A 29 años de la inmolación de un padre por sus hijos.
El nueve de noviembre de 1983 -plena
Dictadura Militar- civiles armados que no se identificaron, tomaron
detenidos a Galo y María Candelaria Acevedo Sáez. Ambos eran hijos de
Sebastián Acevedo Becerra quien, hasta el momento, se desempeñaba como
minero del carbón, en la ciudad de Concepción.
Sebastián, angustiado por sus hijos y
con la convicción de que los tenían encerrados en algún recinto de la
CNI, sale en la búsqueda y pide ayuda en diversas partes. Junto a su
esposa, se levantaban a las 6 de la mañana para recorrer cuarteles y
comisarías y nadie reconocía la detención ni aportaba algún dato sobre
el paradero de sus hijos.
Al no tener respuestas, en señal de
protesta y para ejercer presión sobre las autoridades, se dirige al
centro de la ciudad y en la Plaza, en las escalinatas de la catedral
Penquista rocía su cuerpo con parafina y con bencina.
Falleció pocas horas después, en el
Hospital Regional de Concepción, producto de sus quemaduras que invadían
el 90% de su cuerpo.
Este acto fue representativo del dolor
de muchos padres, hermanos, esposas e hijos que vivieron la desaparición
de sus seres queridos, ante los aparatos represivos del Estado y la
inmolación de Sebastián logró conmover a todo el país, poniendo en
evidencia el drama feroz de las detenciones y las torturas que sufrieron
miles de chilenos bajo las botas de los militares.
Fue tanto el impacto de la acción
desesperada de Acevedo, que la dictadura se vio en la obligación de
reconocer la detención de sus hijos y de ponerlos en libertad.
María Candelaria logró despedirse de su padre en el recinto hospitalario:
“Me dijo que cuidara a mi hijo, a mi hermano, que no dejara abandonada a mi madre”, dijo ella.
Tiempo después, al interior de la
Iglesia Católica, surgió el movimiento contra la tortura, al que le
pusieron su nombre. Este grupo estuvo coordinado por el jesuita José
Aldunate -uno de los curas acusados por Ezzati- y durante 7 años
consecutivos realizaron 180 protestas pacíficas en las calles para
denunciar lo que estaba pasando en Chile.
Lamentablemente, luego de la muerte de
Sebastián Acevedo, volvieron a encarcelar a sus hijos. María Candelaria
cayó nuevamente detenida el 30 de noviembre de 1983, pasando 1 año y dos
meses en prisión. Su hermano Galo pasó dos años detenido.
Para conmemorar el lugar donde se inmoló Acevedo, se pinta cada cierto tiempo una cruz roja en el lugar.
El Poeta Gonzalo Rojas escribió un poema que lleva su nombre
Sebastián Acevedo
- Sólo veo al inmolado de Concepción que hizo humo
- de su carne y ardió por Chile entero en las gradas
- de la catedral frente a la tropa sin
- pestañear, sin llorar, encendido y
- estallado por un grisú que no es de este Mundo: sólo
- veo al inmolado.
- Sólo veo ahí llamear a Acevedo
- por nosotros con decisión de varón, estricto
- y justiciero, pino y
- adobe, alumbrando el vuelo
- de los desaparecidos a todo lo
- aullante de la costa: sólo veo al inmolado.
- Sólo veo la bandera alba de su camisa
- arder hasta enrojecer las cuatro puntas
- de la plaza, sólo a los tilos por
- su ánima veo llorar un
- nitrógeno áspero pidiendo a gritos al
- cielo el rehallazgo de un toqui
- que nos saque de esto: sólo veo al inmolado.
- Sólo al Bío-Bío hondo, padre de las aguas, veo velar
- al muerto: curandero
- de nuestras heridas desde Arauco
- a hoy, casi inmóvil en
- su letargo ronco y
- sagrado como el rehue, acarrear
- las mutilaciones del remolino
- de arena y sangre con cadáveres al
- fondo, vaticinar
- la resurrección: sólo veo al inmolado.
- Sólo la mancha veo del amor que
- nadie nunca podrá arrancar del cemento, lávenla o
- no con aguarrás o sosa
- cáustica, escobíllenla
- con puntas de acero, líjenla
- con uñas y balas, despíntenla, desmiéntanla
- por todas las pantallas de
- la mentira de norte a sur: sólo veo al inmolado.
- Gonzalo Rojas
Fuente Angela Barraza Risso
El Ciudadano