El congolés Freddy Ilanga Yaité,
bastante joven en
la década del 60, participó en las guerrillas africanas con la
aspiración de
independizar a su país de la metrópoli francesa.
Le llamó la atención la piel blanca
del jefe, los
ojos muy negros en contraste con su cabello de igual color, el
acento latino,
las historias de otro continente, el andar con una boquilla de
mate entre las
manos y el desafío al asma constante.
Freddy aprendió algo del idioma
español y por eso
lo designaron como el traductor. Lamenta no haber confiado más
en el Jefe desde
el inicio, pero en su niñez y juventud aprendió que los hombres
blancos
llegaron a África a saquear, invadir territorios, dividir
tribus, desterrar
familias, perseguir, matar y asesinar con el propósito de
acumular riquezas con
lo valioso del continente negro.
Sentía un gran respeto por el Jefe,
todos los
miembros del grupo acataban sus órdenes sin miramiento alguno y
hablaban de él
con honor y admiración.
Una noche se avecinaba una tormenta,
la orden fue
proteger todos los equipos, armas, medicinas y que cada cual
hiciera su
trinchera con los medios a su alcance.
Fredy no
tenía otra protección que sus propias ropas, ni siquiera un
nylon o una sábana
por lo que se enroscó en la tierra cerca de unos arbustos, en
medio de la
oscuridad rezando a sus ancestros y recordando una cena
familiar.
Escuchó un ruido, como de unas
pisadas, su reacción
fue encorvarse más para no ser visto, entonces una voz en
español le dijo:
--¡Soldado! Diríjase a la jefatura y
recuéstese en
mi cama.
Reconoció inmediatamente al jefe y
la orden fue
cumplida al instante. Penetró entre los arbustos que hacían
función de casa, en
breves minutos se echó en el rústico mueble que sólo poseía
algunas telas como
colchón, sintió calor y quedó dormido al instante.
Al despertar, al otro extremo de la
cama, sintió la
respiración asmática de aquel
hombre que
luego de su recorrido por todas las posiciones de la tropa,
durmió algunas
horas compartiendo con un subordinado su única prenda valiosa,
una frazada.
Del Che, además, conservó el grato
recuerdo de
influir en la decisión de estudiar en Cuba, convertirse hasta su
muerte en el
año 2005 en Especialista en 1er Grado en Neurocirugía Pediátrica
y
trabajar durante toda su
vida en el
habanero Hospital Infantil “Pedro Borras Astorga”.
Anécdota narrada por el Dr. Hiram
Sánchez Bared
Nuria
Barbosa León,
periodista de Granma Internacional y Radio Habana Cuba