Desde hace décadas, la Red Chilena contra la Violencia
Doméstica y Sexual ha denunciado el continuo de violencia que vivimos las
mujeres. El abuso sexual a las niñas al interior de las familias es el primer
eslabón de una larga cadena de agresiones, que continúa con agarrones en la
calle y en el transporte público, con asedio sexual en las escuelas y
universidades, con acoso sexual en el trabajo, violación en el matrimonio y
otros espacios en que desarrollamos nuestras vidas.
Recientemente, los medios de comunicación han divulgado
el abuso sexual perpetrado contra niñas
y niños en un jardín infantil de la comuna de Vitacura. Estos hechos, que
producen consternación en la sociedad chilena, conducen a develar los secretos
mejor guardados de las familias: el abuso sexual ocurre también y principalmente
en el ‘hogar’. El 84.7% de los agresores sexuales de niñas y niños están al
interior de la familia: el padre en el 18.1% de los casos, el conviviente de la
madre 13.2%, tío 9.1%, hermano 3.9%, abuelo 3.4%, ambos padres 0.6%. Es decir,
el 48.3% de los agresores sexuales son los familiares más cercanos a las niñas
y niños, y el 35% restante son otros parientes.
Esto explica el secreto, y que sólo el 10% de los
casos de abuso sexual a niñas y niños sea denunciado. Un secreto de familia, en
complicidad con la falacia de la “violencia intrafamiliar”, que esconde que el
95% de las agresiones ‘intrafamiliares’ son contra las mujeres; que el 95% de
las agresiones sexuales a niñas y niños son cometidas por hombres, y que de
éstas, el 85% son perpetradas contra las
niñas.
Sin embargo, apenas abierta una pequeña ventana para
airear lo que se esconde dentro de las casas, nos golpea el dolor de miles de
niñas y mujeres adultas que relatan experiencias desgarradoras, en terapias y a
través de los medios de comunicación asociados a periódicos y páginas web. Relatos
de los daños causados por abusos sexuales y violaciones, agravados por la
amenaza, la mentira y la culpabilización, con graves consecuencias a lo largo de sus
vidas.
Pero la violencia no termina allí, una vez conocidos
los delitos –siempre en una magnitud
limitada- nos encontramos con la agresión de múltiples opinólogos, que se refieren
a los violadores y abusadores sexuales como “trastornados”, “psicópatas”, y
recomiendan una serie de medidas para que las mamás escuchen a las niñas y
niños, y para que éstos aprendan a cuidarse. Sabido es que los espacios de
libertad para las niñas, las jóvenes y las mujeres adultas siempre han estado restringidos,
que no deben andar por la calle tarde ni solas, que no deben hablar con
desconocidos, que deben vestirse de tal forma, etc., etc., etc., pero ¿cómo
explicarles que tampoco están seguras en sus casas y no deben estar solas con
su padre, hermano, tío o abuelo?
Este grave problema de abuso de poder y violencia, es
político y exige un tratamiento profundo y extensivo a toda la sociedad. Es
imperativo repudiar con claridad y decisión el poder que creen tener la mayoría
de los hombres sobre las mujeres, las niñas y los niños; poner de manifiesto el
machismo que se expresa de múltiples formas, y condenar abiertamente a todos
los medios de comunicación, a las instituciones públicas y privadas, y a las autoridades
que reproducen con sus contenidos, publicidad, chistes y propaganda la
violencia contra las mujeres y las niñas.