“No hay justificación para las violaciones, ni las hay para las
matanzas; se trata de crímenes de guerra. Pero en ciertas condiciones la
expulsión no es un crimen de guerra. No creo que las expulsiones de
1948 fueran crímenes de guerra. No se puede hacer una tortilla sin
cascar los huevos. Uno tiene que ensuciarse las manos. Una sociedad que
pretende matarlo a uno lo obliga a destruirla. Cuando hay que elegir
entre destruir o ser destruido, es mejor destruir”.
Así
explica Benny Morris, historiador israelí, la limpieza étnica que hubo
entre 1946 y 1948 para establecer, poco tiempo después, el Estado de
Israel. Estas declaraciones al periodista Ari Shavit del periódico
Haaretz, reflejan la mentalidad de muchos ciudadanos con respecto a este
tema. Solamente con leer “una sociedad que pretende matarlo a uno lo
obliga a destruirla” muestra una sociedad aquejada de permanente manía
persecutoria. La mentalidad del ataque preventivo es la que ha servido
en bandeja la insostenible situación que se vive actualmente, aquella en
la que el árabe quiere dominar e invadir, y por tanto, es necesario
restringir su espacio y capacidad de actuación para que el estado
israelí pueda seguir desarrollándose.
Tras
la desaparición de tres jóvenes israelíes el pasado 30 de junio de este
año, Israel vuelve a mostrar su cara más oscura, y este hecho reafirma
una vez más que las medidas precautorias del gobierno israelí hacen
mella en Palestina, con 189 muertos y miles de heridos. Los ataques han
arrasado la zona, miles de viviendas destrozadas, desplazando a miles de
personas, las cuales buscan refugio ante las inminentes agresiones.
Gran
parte de la sociedad israelí busca justificar estas políticas a través
de comentarios, vídeos e imágenes en muchas redes sociales. Un usuario
de facebook hace el siguiente comentario: “Nos cuesta ser aceptados
fuera del traje a rallas del campo de concentración y menos poder
defendemos y mucho menos usar la fuerza, somos 15 millones queremos un
espacio ínfimo del planeta que históricamente nos corresponde y tendrán
que matar seis millones de hermanos más para que la lastima nos de paz”.
Pero
qué se puede esperar cuando gran parte de la sociedad piensa con
firmeza que los árabes quieren transformar el continente europeo en
Eurabia, e incluso que en España desean recuperar Al Ándalus. Parte de
estas reflexiones se apoyan en el sionismo, movimiento que lleva
inculcándose desde el siglo XIX y que busca recuperar la Tierra
Prometida.
Entonces
si desde años, si desde la infancia, solo escuchas y estudias que esa
tierra te pertenece, que los pueblos vecinos quieren acabar con el
estado judío y reconquistar sus antiguas naciones, la primera reacción
de un humano es la preventiva. Y esto es lo que a día de hoy vemos y
escuchamos.
Noam
Chomsky e Ilan Pappe lo describen muy bien en el libro “Gaza en
crisis”: “Los mecanismos negacionistas israelíes son muy efectivos, pues
funcionan como una exhaustiva herramienta de adoctrinamiento que abarca
la existencia completa del ciudadano, de la cuna a la tumba. Esta
herramienta garantiza al Estado que sus ciudadanos no se sentirán
confusos ante los datos y la realidad o, al menos, que no tendrán
problemas morales.”
El
gobierno israelí ha conseguido mantener a su pueblo unido y confiado en
las medidas territoriales que se toman en el país. Ha creado una
consciencia única e imbatible, donde los hechos diferentes a la
“establecida” no tienen lugar, véase lo sucedido con Ilan Pappe,
profesor de historia israelí, quien fue expulsado del país por promulgar
ideas equívocas.
Pero
Pappe logró difundir sus pensamientos y reflexiones por otras vías. En
una conferencia en Stuttgart, Alemania, explica: todos los acuerdos de
Oslo por la paz no funcionaron y nunca lo habrían hecho, ya que lo que
realmente sucede es el colonialismo sionista que no parará hasta
conseguir un estado más fuerte y vacío de árabes. La única solución
posible es la construcción de un único estado secular que garantice la
convivencia entre todas las religiones, pero antes habrá que
desprogramar a muchos civiles de la población israelí.
Esta
afirmación confirma una vez más la teoría sionista, es decir, si la
sociedad israelí, o al menos parte de ella, no conoce otra historia que
la programada por el gobierno, supone que su postura seguirá siendo la
misma, y que ante un posible ataque, es mejor la prevención.
Probablemente en este siglo no se recurra a un nakba tan fuerte como se
hizo en los años cuarenta porque la sociedad internacional no lo
permitiría. Pero sí que existe un cerco que reduce el territorio
palestino al mínimo y los israelíes apoyan esas decisiones.
Entonces
para proponer una solución a esta complicada situación habría que
empezar por recontar la historia y ofrecer más perspectivas al pueblo
israelí, para que tomen conciencia de todas las realidades, no solo la
suya. Solo en ese momento podría hablarse de una incipiente paz, y
empezar a negociar una convivencia entre ambos pueblos, que se asemejan
mucho más de los que ellos piensan.
Sin
embargo, mientras que el gobierno fije sus pautas y el pueblo no las
revoque, el conflicto entre Israel y Palestina no tendrá caducidad. Solo
a través de la información y la concienciación de las personas sobre
esta situación logrará poner punto y final a una guerra que ha dejado un
número incontable de víctimas y secuelas que perdurarán a lo largo de
muchos años.