sábado, 24 de enero de 2015

Ha muerto Pedro Lemebel


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A eso de las dos de la madrugada del viernes 23 de enero ha tenido lugar el deceso de Pedro Segundo Mardones Lemebel, más conocido por el nombre de Pedro Lemebel. Según dijera a fines de los ochenta, la adopción de su apellido materno respondió a un encuentro con lo femenino, “reconocer a mi madre huacha desde la ilegalidad homosexual y travesti”.
Y es que la apuesta de Lemebel siempre estuvo en la crónica de la diferencia, de la marginalidad social, política, económica y, desde luego, sexual. En plena dictadura, en 1987, formaría junto al poeta Francisco Casas el colectivo “Las Yeguas del Apocalipsis”, que hasta mediados de los noventa desarrollaría numerosas intervenciones artísticas, todas ellas dirigidas a golpear la subjetividad cartuchona de nuestra sociedad.
Aquella marginalidad tan presente en toda la obra del artista ciertamente constituía la herencia más nefasta de los años de dictadura. No por nada, durante los noventa, los escritores serviles al poder hacían todo lo posible por no dar cuenta de ella en sus obras. Y entonces, en 1995, Lemebel publicaría “La esquina es mi corazón”, una compilación de crónicas que desentrañaba el lado “sórdido” de una capital latinoamericana que únicamente debía reflejar reconciliación, estabilidad y progreso. A lo largo de su obra, donde destacan además “Loco afán: crónicas de sidario” y la novela “Tengo miedo torero”, Lemebel incursionaría en una narrativa directa, escrita a contrapelo sobre los discursos oficiales conciliadores y heteronormativos.

Y va aquí el que creo, es mi principal elogio a la figura de Lemebel: el hecho de haber tenido los cojones para desafiar el “espíritu de consenso” de su época. Consenso impuesto tanto a nivel retórico como a través de la represión, por los gobiernos empresariales que sucedieron a la dictadura. Pedro tomó distancia de la literatura de entonces, que nos hablaba de jovencilllos de buena familia atribulados por no saber dónde pasarían sus vacaciones, si en Europa o Miami, como las tramas que por esos días abundaban entre los escritores guarecidos bajo la falda del diario golpista “El Mercurio”. Lemebel nos hablaba, en cambio, del sacrificado e imposible amor de dos combatientes contra la dictadura, o develaba aquel aspecto de la realidad que ocurría cerca, muy cerca de todos nosotros, pero que la sociedad en su conjunto se negaba a ver, y peor aún, a aceptar.
Creo que buena parte del cambio cultural que viene teniendo lugar en Chile, en relación a convertirnos en un país mucho más tolerante, integrador y diverso que hace dos décadas atrás, pasa por los aportes de artistas como Lemebel, que han contribuido a enriquecer y ampliar los estrechos márgenes de nuestro imaginario, impuesto -ya lo sabemos- desde el poder y su aparataje mediático. De allí que no pocos hayan visto con mucho desaliento su apoyo a sectores concertacionistas en las últimas elecciones, entendiéndolo casi como una claudicación política.
Lemebel deja tras de sí un total de ocho libros de crónicas, una novela, así como un sinnúmero de publicaciones en antologías. Además de los textos ya mencionados, destacan igualmente “De perlas y cicatrices” (1998) y “Zanjón de la aguada”(2003), ambas compilaciones de crónicas publicadas en diversos medios. Es de suponer que las editoriales transnacionales lanzarán prontamente al mercado nuevas y revestidas ediciones de sus obras, incluyendo un no despreciable número de “inéditos”, tal como lo hicieran con Roberto Bolaño después de muerto. Quizás entre aquellas obras se incluirán algunas anteriormente rechazadas y que de haber sido publicadas en su momento pudieron significar nuevos ingresos y una mejor calidad de vida para el escritor.
Sin embargo, más allá de los ofertones literarios y discursos poseros de uno y otro lado que, sin duda, tendrán lugar profusamente por estos días, el legado de escritores como Pedro Lemebel radica en su aporte a la construcción de una nueva forma de pensar, en la elaboración de una ética más diversa, menos ortodoxa y siempre provocativa, pero por sobre todo en la inclusión de nuevas prácticas en el que hacer del campo revolucionario, por el cual él transito desde la literatura hasta la acción directa.   .  

Manifiesto (Hablo por mi diferencia)


No soy Pasolini pidiendo explicaciones
No soy Ginsberg expulsado de Cuba
No soy un marica disfrazado de poeta
No necesito disfraz
Aquí está mi cara
Hablo por mi diferencia
Defiendo lo que soy
Y no soy tan raro
Me apesta la injusticia
Y sospecho de esta cueca democrática
Pero no me hable del proletariado
Porque ser pobre y maricón es peor
Hay que ser ácido para soportarlo
Es darle un rodeo a los machitos de la esquina
Es un padre que te odia
Porque al hijo se le dobla la patita
Es tener una madre de manos tajeadas por el cloro
Envejecidas de limpieza
Acunándote de enfermo
Por malas costumbres
Por mala suerte
Como la dictadura
Peor que la dictadura
Porque la dictadura pasa
Y viene la democracia
Y detrasito el socialismo
¿Y entonces?
¿Qué harán con nosotros compañero?
¿Nos amarrarán de las trenzas en fardos
con destino a un sidario cubano?
Nos meterán en algún tren de ninguna parte
Como en el barco del general Ibáñez
Donde aprendimos a nadar
Pero ninguno llegó a la costa
Por eso Valparaíso apagó sus luces rojas
Por eso las casas de caramba
Le brindaron una lágrima negra
A los colizas comidos por las jaibas
Ese año que la Comisión de Derechos Humanos
no recuerda
Por eso compañero le pregunto
¿Existe aún el tren siberiano
de la propaganda reaccionaria?
Ese tren que pasa por sus pupilas
Cuando mi voz se pone demasiado dulce
¿Y usted?
¿Qué hará con ese recuerdo de niños
Pajeándonos y otras cosas
En las vacaciones de Cartagena?
¿El futuro será en blanco y negro?
¿El tiempo en noche y día laboral
sin ambigüedades?
¿No habrá un maricón en alguna esquina
desequilibrando el futuro de su hombre nuevo?
¿Van a dejarnos bordar de pájaros
las banderas de la patria libre?
El fusil se lo dejo a usted
Que tiene la sangre fría
Y no es miedo
El miedo se me fue pasando
De atajar cuchillos
En los sótanos sexuales donde anduve
Y no se sienta agredido
Si le hablo de estas cosas
Y le miro el bulto
No soy hipócrita
¿Acaso las tetas de una mujer
no lo hacen bajar la vista?
¿No cree usted
que solos en la sierra
algo se nos iba a ocurrir?
Aunque después me odie
Por corromper su moral revolucionaria
¿Tiene miedo que se homosexualice la vida?
Y no hablo de meterlo y sacarlo
Y sacarlo y meterlo solamente
Hablo de ternura compañero
Usted no sabe
Cómo cuesta encontrar el amor
En estas condiciones
Usted no sabe
Qué es cargar con esta lepra
La gente guarda las distancias
La gente comprende y dice:
Es marica pero escribe bien
Es marica pero es buen amigo
Súper-buena-onda
Yo no soy buena onda
Yo acepto al mundo
Sin pedirle esa buena onda
Pero igual se ríen
Tengo cicatrices de risas en la espalda
Usted cree que pienso con el poto
Y que al primer parrillazo de la CNI
Lo iba a soltar todo
No sabe que la hombría
Nunca la aprendí en los cuarteles
Mi hombría me la enseñó la noche
Detrás de un poste
Esa hombría de la que usted se jacta
Se la metieron en el regimiento
Un milico asesino
De esos que aún están en el poder
Mi hombría no la recibí del partido
Porque me rechazaron con risitas
Muchas veces
Mi hombría la aprendí participando
En la dura de esos años
Y se rieron de mi voz amariconada
Gritando: Y va a caer, y va a caer
Y aunque usted grita como hombre
No ha conseguido que se vaya
Mi hombría fue la mordaza
No fue ir al estadio
Y agarrarme a combos por el Colo Colo
El fútbol es otra homosexualidad tapada
Como el box, la política y el vino
Mi hombría fue morderme las burlas
Comer rabia para no matar a todo el mundo
Mi hombría es aceptarme diferente
Ser cobarde es mucho más duro
Yo no pongo la otra mejilla
Pongo el culo compañero
Y ésa es mi venganza
Mi hombría espera paciente
Que los machos se hagan viejos
Porque a esta altura del partido
La izquierda tranza su culo lacio
En el parlamento
Mi hombría fue difícil
Por eso a este tren no me subo
Sin saber dónde va
Yo no voy a cambiar por el marxismo
Que me rechazó tantas veces
No necesito cambiar
Soy más subversivo que usted
No voy a cambiar solamente
Porque los pobres y los ricos
A otro perro con ese hueso
Tampoco porque el capitalismo es injusto
En Nueva York los maricas se besan en la calle
Pero esa parte se la dejo a usted
Que tanto le interesa
Que la revolución no se pudra del todo
A usted le doy este mensaje
Y no es por mí
Yo estoy viejo
Y su utopía es para las generaciones futuras
Hay tantos niños que van a nacer
Con una alíta rota
Y yo quiero que vuelen compañero
Que su revolución
Les dé un pedazo de cielo rojo
Para que puedan volar.


NOTA:
Este texto fue leído como intervención en un acto político de la izquierda en septiembre de 1986, en Santiago de Chile.