Las calles se llenan
de digna rabia, acciones multitudinarias y simultáneas en 50 ciudades de México, y 22 en el resto
del mundo en el día de acción global por
Ayotzinapa: América del sur (Río de janeiro, Buenos Aires, Asunción, La Paz y
Bogotá), Europa (Madrid, Barcelona, Nápoles, Viena, Munich, Parlamento Europeo y Londres), Norteamérica
(Los ángeles, Phoenix, Nueva York, Austin y Montreal) y Centromérica (Managua y
Nueva Guatemala). Las universidades públicas y privadas más importantes del
país se paralizan, los zapatistas bajan desde las montañas a marchar en
silencio, estudiantes y maestros queman el palacio de gobierno de la capital de
Guerrero, se bloquean carreteras y servicios públicos, el mundo intelectual y
artístico se pronuncia. Se clama por
verdad y justicia, se les grita a
las familias de los desaparecidos que no están sol@s, que vivos se los llevaron
y vivos los queremos.
Pero seguimos con el rabo entre las piernas. Todos estos
gestos sinceros desde muy distintas maneras expresan su dolor, dignidad y
solidaridad. Pero sigue sin ser suficiente, sigue sin ser suficiente, sigue
siendo demente. El 26 de octubre se ha cumplido un mes de la desaparición de los
43 estudiantes (de entre 17 y 25 años) de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de
“Ayotzinapa” y el asesinato de 6 personas más (tres de ellos estudiantes, de
los cuáles uno con claras evidencias de tortura) en el Estado de Guerrero y el
gobierno mexicano no da una respuesta clara. Apuestan al desgaste de la
movilización social, a mandar buenas señales en los medios de paga,
criminalizar la protesta y deslindarse de su responsabilidad ¿Crimen de Estado?...
no mames pinche cabrón, si fue el narco.
Un día, estos
medios de paga dicen que ya aparecieron, al siguiente que no: hay fosas
clandestinas con muertos pero son otros delincuentes, así que no cunda el pánico. Y al día siguiente
más fosas, con más cuerpos, pero tranquilos, estos son otros terroristas, de
otras épocas.
Porque hay que decirlo. La tradición normalista es una
tradición de lucha en México.
De esta misma escuela de Ayotzinapa salió el maestro
Lucio Cabañas y tuvo un paso Genaro Vázquez, héroes de nuestra Latinoamérica
desgarrada. Ambos líderes, muy queridos por el pueblo mexicano, de la guerrilla
que buscó la justicia social entre tanta inmundicia allá por la década de los
60 en éste laboratorio de la contrainsurgencia. Paralelamente a las dictaduras
del cono sur en Guerrero se desata una guerra sucia con al menos 1500 muertos y
desaparecidos políticos. Aún no hay responsables al amparo de la impunidad
otorgado por el Estado mexicano, quien aplicó las doctrinas militares
norteamericanas de la “guerra de baja intensidad” de moda para esos años. Que
de baja intensidad no tiene nada más que el impacto en la prensa burguesa: según
el informe oficial de la Comisión Nacional de Derechos Humanos durante este período, la prensa censuró y
distorsionó los hechos, los datos duros
y los blandos: los movimientos guerrilleros y de insurrección eran parte de la
crónica roja, no siendo un problema político-social sino de crímenes
pasionales, entre indios sin modernidad, sin progreso y por ende buenos
modales. Porque hay que decirlo también, extrañamente el Estado más pobre de
México está llenos de pinches indiecitos que hay que ver cómo los incluimos en nuestro progreso
sin que estorben. Y extrañamente estos estudiantes normalistas vienen en su
mayoría de las comunidades más pobres y explotadas de México.
Se evidencia la violencia
de clase, necesaria para la reproducción del modo de acumulación capitalista, el
robo de los recursos naturales estratégicos y la necesidad de acaparamiento por
parte del capital trasnacional. Que se callen esos indiecitos- estudiantes-campesinos-
rojos que no entienden la importancia de ser civilizados.
Los cabros cuando
fueron atacados por la policía municipal andaban boteando, haciendo la vaca,
juntando recursos para realizar sus prácticas docentes dado que el gobierno en
su afán privatizador ha sometido a las escuelas normales a una radical y
agresiva estrategia restrictiva de recursos y matrícula, conduciendo a algunas
de ellas, a su inminente desaparición: en una década ha perdido el 60 por
ciento de su alumnado, al pasar de una inscripción global en el 2001 de casi
250 mil estudiantes, a tan sólo 128 mil en el 2010 según investigaciones
científico-sociales sobre la educación pública en México la autoridad local.
El histórico
Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI) saca un comunicado público
convocando a participar en la liga de ajusticiamiento social 26 de Septiembre (https://www.youtube.com/watch?v=omBHRhBD3XY);
la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias-Policía Comunitaria nacida
de los pueblos, baja desde las montañas, armada a expresar su solidaridad y
disposición a trabajar en la búsqueda de verdad y justicia, los maestros, estudiantes
y familiares se unen en la lucha: el Guerrero Bronco se levanta. El sacerdote
Solalinde, de importante trayectoria en la defensa de los derechos humanos,
declara tener testigos que aseguran que los estudiantes han sido quemados
vivos; el Alcalde pide licencia y desaparece sin conocerse su paradero hasta
ahora; al gobernador del Estado lo obligan a renunciar y se va como blanca
paloma a tomar sus vacaciones: realismo mágico asqueroso que nos parió.
Arde, arde el culo
y se acerca el tradicional día de muertos entre tantas almas penando. Suenan
los petardos, las voces en la calles se van silenciando lentamente. Señala
Carlos Fazio, destacado periodista y
profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México, en el periódico La
Jornada el día 27 de Octubre:
Por acción u omisión, la responsabilidad del Ejecutivo
federal es ineludible. Según el Programa para la Seguridad Nacional 2014-2018,
publicado en el Diario Oficial de
la Federación el pasado 30 de abril, las fuerzas armadas, por sus
características –entrenamiento, disciplina, inteligencia, logística, espíritu
de cuerpo, movilidad y capacidad de respuesta y de fuego−, son el
cuerpo necesario e indispensable para reducir la violencia y
garantizar la paz social en México. Desde las 21 horas del 26 de septiembre el
gabinete de Seguridad Nacional recibió reportes y comunicaciones sobre qué
estaba ocurriendo en Iguala. La detención-desaparición de los 43 normalistas
ocurrió con el conocimiento, en tiempo real, de agentes de la Procuraduría
General de la República y del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen/Gobernación),
y los mandos de la Secretaría de la Defensa Nacional. No se puede argüir
fallas de inteligencia; tampoco dudar de la movilidad y capacidad de respuesta
del batallón de infantería 27 acantonado en esa ciudad desde los años 70. Es
previsible que alguien haya informado al responsable de la cadena de mando y
comandante supremo, el Presidente de la República.
Hay una pregunta
presente en el pueblo mexicano que resiste a ésta prácticas del mal gobierno: si
nos llegan a pasar ésta…¿qué podemos esperar? nos pasan fraudes electorales, el
paquete de reformas neoliberales, nos pasaron las 121 mil muertes violentas
(según datos del Instituto de Geografía y Estadística, es decir cifras
optimistas) en la narco-guerra del
expresidente Felipe Calderón, nos pasan la represión y el asesinato de los
miembros y adherentes al EZLN, nos pasaron el asesinato de dos normalistas el
2011, Atenco el 2006, Acteal el 97, Tlatelolco el 68. Nos pasaron, “matazones
memorables” en el Estado de Guerrero: Masacre de Chilpancingo en 1960 (15
muertos a manos del Ejército); la de Iguala en 1962 (7 muertos por el
Ejército); la del 18 de Mayo de 1965 en Atoyac (7 muertos por el Ejército), la
masacre en la Unión Regional de Productores de Copra en 1967 (entre 30 y 80
muertos por el Ejército); la Batalla de Cruz Grande en 1990 que pone fin a los
cabildos populares (5 muertos por le Ejército); la Matanza de Aguas Blancas (cometida
por la policía motorizada y judicial en 1995, con saldo de 17 campesinos
muertos); Matanza de Los Charcos en 1998 (11 muertos, entre civiles y presuntos
guerrilleros por parte del Ejército).
¿Una más? el peligro latente al no ser Ayotzinapa una
mancha en la blanca hoja de vida de la seguridad nacional, al no ser una mancha
en la historia de México y América Latina: la costumbre hace al mago, al
payaso, al ladrón. Es claro que este asesinato contra estudiantes campesinos no
se puede entender como un hecho aislado.
Y arde el culo porque es la voz del cantor que se
aplasta.
Y arde porque no son primero víctimas, sino sobre todo
luchadores sociales que resisten a la imposición neoliberal.
Y arde el culo porque no entendemos que estamos en una
guerra contra el capital donde es necesario estar atentos, arrojados, desde el
cuerpo y el espíritu sanando diariamente, para comprender el sentido profundo
del habitar revolucionario, del amor revolucionario, de la violencia
revolucionaria: de cuando la bomba es justa o cuando es muerte…tanto en la
parranda, como en el trabajo, en el educarnos, en el lucharnos.
Sino, a esperar que nos trague la
históricamente comprobada ley de Herodes: o te chingas o te jodes.