“¿Por
qué me desenterraste del mar?”
Rafael
Alberti
Andrés Figueroa Cornejo
1.
Mientras por arriba se
espera el fallo oficial de la Corte de la Haya respecto de las reyertas
limítrofes entre los Estados de Perú y Chile, y en una maniobra de
sainete se ‘desintegra-depurándose’ el partido del presidente Piñera,
Renovación
Nacional, en la vida real la huelga de los trabajadores portuarios hace
historia.
Sobre el dictamen
internacional a favor de Perú, cuyos efectos concretos no se verán salvo en las
tiras cómicas y mapas escolares, los capitales transnacionales de asentamiento
chileno en plena expansión en el mercado peruano, como el pronorteamericano
tratado de libre comercio Alianza del Pacífico (Chile, Perú, México, Colombia y
Panamá), organizan y ponderan las reacciones de ambas cancillerías. Los más
pacientes sabrán escuchar las bravatas abanderadas de rigor, y habrá algún
incidente menor para ilustrar las querellas.
En cuanto al partido de
gobierno, Renovación Nacional –variante aparentemente menos conservadora que la
derecha militarizada (UDI)-, su desmantelamiento es un ejercicio de oportunismo
y espléndida reformulación, tal cual un banco quebrado cuyos accionistas más
audaces retiran los pocos papeles con algún valor que restan ante el desastre
del emprendimiento. Un modelo de resiliencia y capacidad de flotación que puede
seguirse por televisión abierta.
Pero la huelga portuaria es
lo importante.
2. Las condiciones
salariales, laborales y contractuales de los trabajadores portuarios en Chile
son paradigma de una de las formas que el capitalismo emplea en la actual fase
para intentar amortiguar la caída tendencial de sus utilidades a través de la
intensificación de la explotación del trabajo humano en el área de las
exportaciones, clave y sentido de la economía dependiente chilena.
En términos inmediatos, las
demandas de los hombres de mar y de la comunidad que gira y sobrevive a su
alrededor sintetizadas en la paralización de faenas que arrancaron en los
puertos de San Antonio y Mejillones tienen que ver con los sistemáticos
incumplimientos de las administraciones del Estado, tanto de la ex
Concertación, como de la Alianza (*). La reivindicación de fondo apunta al fin
del subcontratismo, la tercerización, el subempleo. Esto es, al término de uno de los modos capilares de
acumulación, concentración y reproducción capitalista a escala mundial.
Debido a lo anterior la
artillería estatal, empresarial y sus extensiones representativas en el sistema
de partidos políticos funcional, se ha descargado con saña sobre el movimiento
que comenzó la última semana de 2013. La represión, amenaza y hostigamiento se
han manifestado a través de los cercos de la policía militarizada y la
Armada, las penas del infierno de la
Confederación de la Producción y el Comercio (CPC, gremio empresarial) debido a
las ‘pérdidas millonarias’ en materia de exportación, daño a imagen-país a la
hora del examen de las evaluadoras de riesgo internacionales por ‘falta de
disciplinamiento laboral’ y eventual retraso de compromisos comerciales; y el
tradicional chantaje de los camioneros –peonada y carne de cañón del capital-,
que dramatizan presiones de ‘solución urgente’ sobre el gobierno para que
intervenga con mayor protagonismo. Naturalmente, y como si fuera poco, la lucha
portuaria ha debido encarar rompehuelgas, dirigentes falsos, distorsión
mediática de sus objetivos, etc.
En tanto, la solidaridad
activa de sectores mineros y estudiantiles al interior del país (y solidaridad
amplia de otros ámbitos del trabajo, de formaciones de DDHH del siglo XXI y de
pueblo organizado), como internacional, se multiplica por minuto. Sin embargo,
aún resulta insuficiente.
3. Si bien las revoluciones
sociales no las hace el sindicalismo, sino que el conjunto mayoritario de los
oprimidos -donde los trabajadores cumplen un rol estratégico por su situación
objetiva, sentido y posibilidades de aportar a la ingobernabilidad y a la
conducción política de un pueblo insurrecto-, la lucha portuaria hoy, con su
solo movimiento y resistencia, construye las condiciones de la superación de la
mansedumbre, resignación, fatalismo y ausencia de disposición combativa de la
fuerza asalariada en Chile e incluso de sus
instituciones convencionales.
En este sentido, la incorporación
subsidiada electoralmente de la dirección del PCCh a la ex Concertación (hoy,
Nueva Mayoría) a cambio de vaciarse poli-éticamente, se ha expresado en la
conducta del directorio de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), cuyo
silencio frente al conflicto portuario descubre su funcionalidad sistémica para
la contención social. Y atención, que el descrédito de la militancia
bacheletista que hegemoniza el directorio de la CUT no tiene nada que ver con
alguna conspiración solapada y febril del también ineficaz ‘sindicalismo rojo’.
La prioridad estratégico destructiva contra los trabajadores organizados (ejecutada
con venganza cerebral, criminal y luego legal) desde la madrugada de la
contrarrevolución capitalista inaugurada por la dictadura militar de 1973 y
profundizada durante los gobiernos civiles desde los 90’, debilitó hasta la propia
posibilidad de existencia de un sindicalismo economicista tradicional.
Por ello la batalla de los
portuarios marca una inflexión histórica. Y por eso los portuarios en
particular son promesa de polo, eje tractor y puesta al día del nuevo
sindicalismo chileno.
4. Así como los niños no
salen de un repollo, los movimientos sociales no son espontáneos. Tienen
historia. Y la historia de la batalla de los trabajadores portuarios ha
cumplido plazos, quemado alternativas, combatido muchas veces. El pueblo
trabajador del mar privatizado de Chile (cuyo lugar en el mundo es apenas un
borde costero apretado contra la armadura andina) es hoy resultado y resumen de
las transformaciones capitalistas llevadas a su propio límite. De allí la
radicalidad de la organización portuaria, su escepticismo ante las promesas de
las administradoras ejecutivas del Estado, del empresariado y del sistema
político. Si bien siempre existen los peligros de la cooptación de sus
liderazgos, esta vez los portuarios han tomado precauciones, adoptando la
arquitectura democrática de los estudiantes secundarios y del pueblo mapuche:
vocería en permanente evaluación y potencial revocabilidad.
Las articulaciones políticas
anticapitalistas no pueden restarse de semejante experiencia. De hecho es
precisamente en el movimiento real que resiste y en cuyo seno están los
materiales de la superación del sindicalismo de la obsecuencia, donde debe
navegar la rebeldía cuando se trata del territorio del trabajo. Poniéndose a
disposición y ofreciendo destrezas complementarias, compartiendo y
sistematizando aprendizajes en la práctica concreta, politizándose mutuamente.
Hermanándose.
También de esa reunión
infatigable, auténtica y fraterna amanece la conducción política autorizada
para revolucionar la vida.
*Respecto de los
antecedentes generales, contexto y aspectos del proceso que enmarcan el actual
conflicto, pueden revisarse las siguientes entrevistas con dirigentes
portuarios realizadas durante los
últimos 7 años: http://www.rebelion.org/ noticia.php?id=144478,