8 de noviembre de 2013
Amy Goodman
Los canales de noticias de cable no tardaron en informar acerca de la
victoria arrolladora que le dio la reelección al gobernador de Nueva
Jersey, Chris Christie. Según las encuestas a boca de urna, Christie
obtuvo una mayoría de votos del electorado femenino y latino, grupos que
tradicionalmente votan a los demócratas. Los opinólogos están
entusiasmados con Christie, ya que lo consideran la gran esperanza del
Partido Republicano para ganar las elecciones presidenciales de 2016.
Sin embargo, están perdiendo de vista la creciente corriente alternativa
en la política estadounidense: los movimientos de base locales y
estatales que están logrando cuestionar el sistema.
Si bien el triunfo de Christie era casi un hecho, necesitaba lograr
una victoria arrolladora para lanzar su candidatura presidencial de cara
a las elecciones de 2016. Aquí es donde entran en juego las elecciones
especiales. En junio, el Senador Frank Lautenberg murió a los 89 años de
edad. Christie ordenó que se realizaran elecciones especiales el 16 de
octubre, tres semanas antes de las elecciones generales. La decisión les
costó a los contribuyentes de Nueva Jersey alrededor de 24 millones de
dólares de gastos electorales adicionales. Christie podría haber dejado a
los electores definir la candidatura al Senado el mismo día que votaban
para elegir gobernador y los otros cargos, y así hubiera ahorrado
millones de dólares de los contribuyentes.
Cory Booker era el candidato favorito para ganar la banca de
Lautenberg. Durante años, había sido el popular alcalde
afroestadounidense de la ciudad de Newark y una figura en ascenso en el
Partido Demócrata a nivel nacional. Como se trataba de un cargo federal,
los candidatos al Senado debían aparecer en primer lugar en la papeleta
de votación. El nombre de Booker probablemente hubiera convocado una
gran afluencia de simpatizantes demócratas en las elecciones, y su
posición a la cabeza de la papeleta de votación probablemente hubiera
hecho que sus electores votaran a los demócratas para el resto de los
cargos, lo que hubiese perjudicado a Christie. Sin embargo, al no estar
Booker en la fórmula electoral, Christie obtuvo una mayoría considerable
en la votación. Cuando lo cuestionaron con respecto al costo de la
elección, Christie se jactó: “No sé cuál es el costo y, sinceramente, no
me interesa”.
Lo que quizá sí les importe al gobernador Christie y a su partido son
las importantes victorias que lograron los activistas progresistas en
estas elecciones. En su propio estado, los electores apoyaron un aumento
del salario mínimo (que Christie vetó), para aumentarlo de 7, 25
dólares a 8,25 dólares la hora, en función del aumento anual del costo
de vida.
Del otro lado del río, en la ciudad de Nueva York, Bill de Blasio fue
electo alcalde. Se trata del primer alcalde demócrata en la ciudad en
veinte años. “Los desafíos que tenemos por delante existen desde hace
años, y los problemas que nos planteamos resolver no se solucionarán de
la noche a la mañana”, afirmó de Blasio en su discurso de victoria que
no pronunció en Manhattan, sino en Brooklyn. “Pero no se confundan, la
gente de esta ciudad ha elegido la senda progresista”. De Blasio apoyó
el movimiento Occupy Wall Street, fue arrestado por manifestarse contra
el cierre de un hospital y promete aumentar los impuestos de la ciudad a
los habitantes más ricos. “Cuando les pedimos a los más ricos de
nosotros que paguen un poco más de impuestos es para financiar programas
universales de educación preescolar y extracurricular. No estamos
amenazando el éxito de nadie, sino que les pedimos a quienes les ha ido
muy bien que se aseguren de que todos los niños tengan la misma
oportunidad de que les vaya tan bien como a ellos”. En su gestión como
alcalde, De Blasio contará con el apoyo de una mayoría del Concejo
Municipal de la ciudad de Nueva York, en lo que nuestro compañero de
“Democracy Now!” Juan González ha denominado “probablemente el gobierno
más progresista de los últimos 50 años”.
Más allá de Nueva York y Nueva Jersey, los movimientos populares
progresistas lograron buenos resultados en las elecciones estatales. En
Colorado, los electores aprobaron un plan para establecer impuestos a la
venta minorista de marihuana para fines recreativos, que se legalizó en
el estado en el mes de noviembre. Los electores de las localidades de
Denver, Boulder y Littleton (en Colorado) también votaron a favor de que
la ciudad fije impuestos a la venta de marihuana, lo que consolidaría
el paso de penalizar la marihuana a aceptar su uso generalizado. Tres
ciudades del estado también votaron para prohibir la fracturación
hidráulica, conocida como ‘fracking’. La fracturación hidráulica es el
proceso de extracción de gas natural mediante perforación, que muchos
afirman que contamina las corrientes de agua subterráneas y el aire, e
incluso puede provocar terremotos.
Los ciudadanos de Portland, en Maine, fueron los primeros de la Costa
Este de Estados Unidos en aprobar la legalización de la marihuana con
fines recreativos. En el estado de Washington, los electores aprobaron
un aumento considerable del salario mínimo de la mayoría de los
trabajadores del aeropuerto Sea-Tac y de la industria hotelera que lo
rodea, para fijarlo en 15 dólares la hora. Se prevé que esta medida
presionará a la ciudad de Seattle a realizar un aumento similar.
Estas victorias electorales y otras similares surgen tras años de
organización de los movimientos de base, que se ha vuelto mucho más
importante en vista de la paralización del Gobierno federal. Sin
embargo, el dinero de las empresas continúa dominando nuestro sistema
electoral. También en el estado de Washington, un referendo popular para
exigir el etiquetado de los alimentos que contienen organismos
genéticamente modificados (OGM) no fue
aprobado luego de que las empresas del sector de alimentos y agricultura
invirtieran 22 millones de dólares en campañas en contra de la medida.
Los políticos responden a la presión. “Oblíguenme a hacerlo”, fue la
célebre respuesta del ex Presidente
Franklin D. Roosevelt al pedido del
sindicalista y activista por los derechos civiles A. Philip Randolph que
quería ayuda para los afroestadounidenses y la clase trabajadora.
Barack Obama dijo lo mismo a los activistas. Bill de Blasio promete un
programa progresista para la ciudad de Nueva York, pero la historia
indica que sin presión popular constante, la clase dominante reafirmará
su poder.
Las elecciones no deberían ser el fin de las campañas populares para
exigir un cambio. Simplemente significan que una puerta está
entreabierta. Depende de los movimientos de base, y no de las personas
que son electas, si la puerta se abrirá de una patada o se cerrará de un
portazo.
Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
© 2013 Amy Goodman
Texto en inglés traducido por Mercedes Camps. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero
internacional que se emite diariamente en más de 750 emisoras de radio y
televisión en inglés y en más de 400 en español. Es co-autora del
libro "Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos
extraordinarios en Estados Unidos", editado por Le Monde Diplomatique
Cono Sur.