La figura de Salvador Allende corresponde a la de los bienaventurados
“que tienen hambre y sed de justicia”... (Hervi Lara).
Quienes
propiciaron y ejecutaron el golpe de Estado de 1973, han procurado que Salvador Allende, su pensamiento y su obra,
sean acallados. No obstante, ha sido imposible ocultar que Allende ha sido uno
de los hombres de mayor estatura moral del siglo XX y uno de los políticos más
destacados de la historia de América Latina. Su intuición profunda se encuentra
en la integración de los derechos políticos, civiles y jurídicos con los
derechos económicos, sociales y culturales. Es allí donde radica el núcleo
articulador de la Vía Chilena al Socialismo, síntesis de su trayectoria
remontada desde su juventud como dirigente estudiantil, médico, fundador del
Partido Socialista, diputado, senador, ministro.
Siendo ministro
de Salubridad, Previsión y Asistencia Social, impulsó un plan de vivienda social
y una reforma de previsión social. Realizó reformas legales relativas al Seguro
Obrero Obligatorio, accidentes del trabajo, asignación familiar, fundó el
Colegio Médico, fue profesor de Medicina Social de la Universidad de Chile,
director del Boletín Médico de Chile y de la Revista de Medicina
Social. Promovió leyes protectoras de la madre y del niño, de los derechos de
los trabajadores, el estatuto médico-funcionario, fundó el Servicio Nacional de
Salud, desarrolló políticas de saneamiento, vacunación y prevención, lo que
permitió la contención de la tuberculosis y el ascenso del promedio de
expectativa de vida. Luchó contra la represión y la ampliación de los derechos
democráticos. En 1952 presentó el primer Proyecto de Nacionalización del
Cobre. El segundo proyecto sobre lo mismo lo presentó en 1961. La
nacionalización del cobre se concretó el 11 de julio de 1971, Día de la Dignidad
Nacional, siendo ya Presidente de la República.
En 1961 fue
invitado por la Universidad de Montevideo a participar en la Conferencia de
Punta del Este, donde denunció la condición reaccionaria de la Alianza para el
Progreso, proyecto colonialista de USA para neutralizar los efectos de la
Revolución Cubana en América Latina.
Durante su
gobierno, además del cobre, fueron nacionalizados el salitre, el hierro, el
servicio telefónico y la banca extranjera. Se establecieron relaciones
diplomáticas con todos los países del mundo. Se redistribuyó la renta mediante
una nueva política de salarios. Se extendió la Reforma Agraria, expropiándose,
entre otros, el latifundio más grande del mundo y que estaba ubicado en
Magallanes.. Se incentivaron cursos de alfabetización y capacitación de adultos.
Se incrementó la construcción de viviendas. En dos años y medio, Editorial
Quimantú editó quince millones de libros. Se creó la propiedad social de la
industria y la cesantía llegó a la tasa más baja de historia, disminuyendo del
8,3% al 3,8%. El producto nacional creció a 9%. La producción industrial aumentó
un 13%. Los trabajadores pasaron a controlar el 60% de la renta
nacional.
Esto e
innumerables otras políticas públicas no le perdonaron los mismos que hoy abogan
por reconciliación nacional y que, tal como dijera Allende en su último
discurso, crearon “el clima para que las FFAA rompieran su tradición, la que les
enseñara Schneider y reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector
social que hoy estará en sus casas esperando con mano ajena reconquistar el
poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus
privilegios”.
Anteriormente,
en Naciones Unidas, Allende había pronunciado otro histórico discurso en el que
denunció ante la conciencia de la humanidad el bloqueo económico a Chile por
parte de la ITT y el imperialismo norteamericano. Son los mismos que abogan por
la reconciliación nacional. Pero la entienden como la mantención de la actual
situación, esto es, que los explotados renuncien a sus derechos y se resignen al
sistema establecido por la fuerza. Que olvidemos a nuestros ejecutados,
torturados y detenidos-desaparecidos.
La figura de
Salvador Allende corresponde a la de los bienaventurados “que tienen hambre y
sed de justicia”, (…) a “los pacificadores, porque serán llamados hijos de
Dios. Bienaventurados los perseguidos por ser justos, porque de ellos es el
Reino de los cielos”. (Mt. 5, 4 ss). Allende fue un hombre que, efectivamente,
buscó y realizó la reconciliación de los trabajadores consigo mismos, con la
naturaleza, con la sociedad, con la Trascendencia. Hoy, la sociedad padece de
la alienación provocada por la adoración del “becerro de oro” de la propiedad
privada, del dinero fácil, del individualismo, de la mentira y del mal
presentado como bien.
Hay que decir
la verdad, no podrá haber reconciliación nacional mientras no sea abolida la
explotación, ni se distribuya la riqueza nacional, ni se terminen el terror, los
pordioseros, la prostitución. No puede haber reconciliación mientras haya
libertad para explotar a otros, mientras haya clases sociales y muchos otros
tipos de discriminación, en un sistema impuesto por la fuerza y en el que impera
la compra-venta de personas.
No hemos nacido
para ser peones ni patrones, sino para la solidaridad. Debemos arrancar los
cercos de la injusticia, hasta que cada uno sea valorizado no por lo que quita,
sino por lo que da a los demás. Sólo entonces podremos hablar de
reconciliación.
Esta es
interpretación de la Palabra de Dios y que Salvador Allende expresó en sus
acciones.
Hervi
Lara
Santiago de Chile, 3 de septiembre de
2013.