viernes, 6 de septiembre de 2013

ALLENDE Y LA RECONCILIACION


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La figura de Salvador Allende corresponde a la de los bienaventurados “que tienen hambre y sed de justicia”... (Hervi Lara).

 
 
 
 
 
 
 
 
 
Quienes propiciaron y ejecutaron el golpe de Estado de 1973, han procurado que Salvador Allende, su pensamiento y su obra, sean acallados. No obstante, ha sido imposible ocultar que Allende ha sido uno de los hombres de mayor estatura moral del siglo XX y uno de los políticos más destacados de la historia de América Latina. Su intuición profunda se encuentra en la integración de los derechos políticos, civiles y jurídicos con los derechos económicos, sociales y culturales. Es allí donde radica el núcleo articulador de la Vía Chilena al Socialismo, síntesis de su trayectoria remontada desde su juventud como dirigente estudiantil, médico, fundador del Partido Socialista, diputado, senador, ministro.
 
Siendo ministro de Salubridad, Previsión y Asistencia Social, impulsó un plan de vivienda social y una reforma de previsión social. Realizó reformas legales relativas al Seguro Obrero Obligatorio, accidentes del trabajo, asignación familiar, fundó el Colegio Médico, fue profesor de Medicina Social de la Universidad de Chile, director del Boletín Médico de Chile y de la Revista de Medicina Social. Promovió leyes protectoras de la madre y del niño, de los derechos de los trabajadores, el estatuto médico-funcionario, fundó el Servicio Nacional de Salud, desarrolló políticas de saneamiento, vacunación y prevención, lo que permitió la contención de la tuberculosis y el ascenso del promedio de expectativa de vida. Luchó contra la represión y la ampliación de los derechos democráticos. En 1952 presentó el primer Proyecto de Nacionalización del Cobre. El segundo proyecto sobre lo mismo lo presentó en 1961. La nacionalización del cobre se concretó el 11 de julio de 1971, Día de la Dignidad Nacional, siendo ya Presidente de la República.
 
En 1961 fue invitado por la Universidad de Montevideo a participar en la Conferencia de Punta del Este, donde denunció la condición reaccionaria de la Alianza para el Progreso, proyecto colonialista de USA para neutralizar los efectos de la Revolución Cubana en América Latina.
 
Durante su gobierno, además del cobre, fueron nacionalizados el salitre, el hierro, el servicio telefónico y la banca extranjera. Se establecieron relaciones diplomáticas con todos los países del mundo. Se redistribuyó la renta mediante una nueva política de salarios. Se extendió la Reforma Agraria, expropiándose, entre otros, el latifundio más grande del mundo y que estaba ubicado en Magallanes.. Se incentivaron cursos de alfabetización y capacitación de adultos.  Se incrementó la construcción de viviendas. En dos años y medio, Editorial Quimantú editó quince millones de libros. Se creó la propiedad social de la industria y la cesantía llegó a la tasa más baja de historia, disminuyendo del 8,3% al 3,8%. El producto nacional creció a 9%. La producción industrial aumentó un 13%. Los trabajadores pasaron a controlar el 60% de la renta nacional.
 
Esto e innumerables otras políticas públicas no le perdonaron los mismos que hoy abogan por reconciliación nacional y que, tal como dijera Allende en su último discurso, crearon “el clima para que las FFAA rompieran su tradición, la que les enseñara Schneider y reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios”.
Anteriormente, en Naciones Unidas, Allende había pronunciado otro histórico discurso en el que denunció ante la conciencia de la humanidad el bloqueo económico a Chile por parte de la ITT y el imperialismo norteamericano. Son los mismos que abogan por la reconciliación nacional. Pero la entienden como la mantención de la actual situación, esto es, que los explotados renuncien a sus derechos y se resignen al sistema establecido por la fuerza. Que olvidemos a nuestros ejecutados, torturados y detenidos-desaparecidos.
 
La figura de Salvador Allende corresponde a la de los bienaventurados “que tienen hambre y sed de justicia”, (…) a “los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por ser justos, porque de ellos es el Reino de los cielos”. (Mt. 5, 4 ss). Allende fue un hombre que, efectivamente, buscó y realizó la reconciliación de los trabajadores consigo mismos, con la naturaleza, con la sociedad, con la Trascendencia.   Hoy, la sociedad padece de la alienación provocada por la adoración del “becerro de oro” de la propiedad privada, del dinero fácil, del individualismo, de la mentira y del mal presentado como bien. 
 
Hay que decir la verdad, no podrá haber reconciliación nacional mientras no sea abolida la explotación, ni se distribuya la riqueza nacional, ni se terminen el terror, los pordioseros, la prostitución. No puede haber reconciliación mientras haya libertad para explotar a otros, mientras haya clases sociales y muchos otros tipos de discriminación, en un sistema impuesto por la fuerza y en el que impera la compra-venta de personas.
 
No hemos nacido para ser peones ni patrones, sino para la solidaridad. Debemos arrancar los cercos de la injusticia, hasta que cada uno sea valorizado no por lo que quita, sino por lo que da a los demás. Sólo entonces podremos hablar de reconciliación.
 
Esta es interpretación de la Palabra de Dios y que Salvador Allende expresó en sus acciones.
 
Hervi Lara
 
Santiago de Chile, 3 de septiembre de 2013.