El
11 de abril es un día “normal”, para esta ciudad que se acostumbró hace
mucho tiempo a vivir cercada por la policía. “Normal” resulta entonces
que ese tipo de uniforme y un gorro con franjitas, controle junto a sus
subordinados a algunos jóvenes que tuvieron la subversiva idea de
sentarse a conversar y fumar un cigarro, mientras llega la hora de
ingresar a clases en el instituto que está justo enfrente de la plaza en
donde charlan animadamente.
No
solo los estudiantes sufren el celo de los “guardianes del orden”.
También deben responder preguntas e identificarse, una pareja de
pololos, algunos adultos de caminar lento y todo el que tiene la
desgracia de pasar cerca o encontrarse en el camino de la policía.
Cruce
la plaza y me detuve a observar el control de identidad. Uno de los
policías pide el carné a los jóvenes, los mira, se pasea con los
documentos en la mano, los entrega a otro y este finalmente los pasa a
una mujer de uniforme que los observa y los devuelve por la misma vía.
Otro uniformado parece preguntar la razón del estar ahí a esa hora y
los jóvenes indican con sus manos el instituto frente a ellos. Sin más
les hacen ponerse de pie y abandonar el lugar. No hay nada que
justifique lo anterior pero lo ordena el jefe y así se debe hacer.
El
de gorra con franjitas me ve y camina directo hacía mi y soy testigo
privilegiado de su show. Me exige la cedula de identidad, que le diga
donde trabajo, el domicilio. Por último pregunta que llevo en la bolsa
de supermercado, aunque no hay que ser oficial para constatar que se
trata de una botella de agua mineral. Habla golpeado y después de cada
frase mira a sus colaboradores que lo observan arrobados.
Le
pido que me diga quien es, ya que no lleva el parchecito con su
apellido en la camisa. Dice que no tiene porque hacerlo. Es la
autoridad, está cumpliendo con su trabajo y no tiene por que
identificarse.
Le
digo que está abusando de su autoridad y mira con desden. Mientra me
retiro le vuelvo a exigir identificación. Molesto, deletrea su apellido.
T E U B E R, de la Prefectura Central. Teuber, le digo, hablaré de usted en un medio de difusión.
Hágalo
en dos si quiere. TEUBER, TEUBER repite, y avanza con su gorra con
franjitas y su camisa sin identificación, seguramente buscando mas
personas a las que hostigar hasta sentirse satisfecho.
¿Cuantos
son los Teuber que van por ahí hostigando, con y sin franjita en las
gorras, con y sin identificación a la vista, simplemente provocando,
esperando la mas mínima reacción para golpear con sus bastones, detener
arbitrariamente, herir y hasta matar si se les da la gana?. Hay miles de
imágenes que les denuncian, pero siguen en lo mismo.
Por
eso y aunque cueste hay que responderles. Aunque no se tenga fuero ni
figuración social, hay que responder, rechazar de la manera que se pueda
tanta prepotencia, arbitrariedad y abuso. Mi forma de hacerlo es esta,
la denuncia escrita contra el oficial Teuber de la Prefectura Central de Carabineros.
Hace
algo más de una semana falleció un uniformado en un confuso incidente,
durante el allanamiento a una comunidad mapuche en Ercilla. El The
Clinic Nº 439 (páginas 8 a la 11) trae una interesante entrevista a
quienes habitan en esa comunidad, en la que queda expuesta la brutalidad
con la que actúa la policía, el hostigamiento hacía el pueblo mapuche,
la complicidad de los fiscales que hacen la vista gorda ante los excesos
y un largo, et, etc.
En
el mismo semanario se expuso con suficientes argumentos otros casos de
brutalidad policial con resultado de muerte. Hasta ahora, ni las
investigaciones, ni los sumarios, ni los compromisos de la autoridad de
aplicar todo el rigor de la ley a los responsables, se han traducido en
explicación clara a la opinión pública y sanciones a los responsables.
Será
importante no solo determinar al o los autores de la muerte del
sargento en Ercilla, sino también establecer las razones de lo sucedido y
lo mas importante mostrar como se humilla, hostiga y provoca al pueblo
mapuche.
Hace ya mucho tiempo que venimos sosteniendo que la crisis sindical en Chile es profunda y que el único camino posible es la refundación. Los casos de corrupción, deshonestidad y cuentas poco claras, bajaron de la superestructura sindical y fueron hecho suyos por aventajados alumnos en diversos organismos de base.
Se está haciendo común, lamentablemente, que tesoreros y presidentes de sindicatos hagan uso arbitrario de los recursos de la organización sindical. En la semana recibimos la denuncia de un grupo de trabajadoras socias de un sindicato cuyo tesorero sindical tiene depositados los fondos en una cuenta para la vivienda de su esposa.
Un ex tesorero de un sindicato metalúrgico, defraudó en varios millones a sus asociados y luego de ser sorprendido debió firmar un pagaré y permitir el descuento por planilla. Sin embargo negoció su salida con la empresa, la que se negó a descontarle del finiquito más de 1,5 millones que aún debía a su organización.
Otros casos hablan de la suscripción de contratos colectivos por parte de la directiva sin haber consultado a los socios, un quórum desmesurado en el estatuto para censurar al directorio, la emisión de “vales por” de profesionales que asesoraron a los sindicatos, en vez de la boleta de servicios que es lo que corresponde. Se llega al extremo de no tomar en cuenta los reclamos de los asociados ante incumplimientos de la empresa (no pago de bonos ni horas extras, demora en los uniformes, etc.) e informar a la empresa de que tal o cual trabajador está sublevando a sus compañeros, para conseguir el despido y así deshacerse de un potencial adversario en futuras elecciones.
Ni
hablar de los % en $$ que se reciben de profesionales por “casos
atendidos” y que no ingresan a las contabilidades de las organizaciones,
contabilidades que por lo demás dejaron de ser obligatorias y exigibles
por las Inspecciones del Trabajo.
Libertad o libertinaje sindical?
Los trabajadores no pueden permitir que se prostituya de esta manera a la organización sindical. Deben activar las comisiones revisoras de cuentas, promover la contratación de contadores externos para que hagan una auditoría de los fondos sindicales, averiguar que pasó con los recursos de la organización y sancionar sin contemplaciones.
No
permitan que los bienes que se adquieran (computadores y otros) queden
en los domicilios de los dirigentes. Ya hay denuncias recibidas de
sindicatos, cuyos dirigentes salientes sufrieron misteriosos robos en
sus hogares y los cacos solo se llevaron equipos y demás bienes de la
organización sindical.
La refundación, el nuevo sindicalismo pasa por que los trabajadores entiendan que deben construir nuevas y poderosas organizaciones, operándose de los cafiches y sanguijuelas que por ya demasiado tiempo han lucrado del movimiento.
MANUEL AHUMADA LILLO
Presidente C.G.T. CHILE





