Los recursos naturales en Chile atraviesan por una alta demanda. Las principales industrias de Chile, instaladas desde la cordillera hasta el mar territorial de Chile, convergen en un denominador común: el agua. Grandes empresas, magnates y transnacionales además de represarla y privatizarla, evalúan trasladarla desde el sur hasta el norte de Chile.
En la Patagonia chilena, el magnate Douglas Tompkins, en una cruzada titánica adquiere ágilmente grandes extensiones de terreno. Su objetivo, conseguir propiedades aledañas a las fluyentes de agua en la región con la reserva de agua más abundante de la biosfera. Su trabajo, arrollador, cimentado en ingeniería jurídica abarca todo el cordón cordillerano. En la Región de Aysén, astuto, perfila su trabajo encubierto en la ecología instaurando oposición a su competencia más potente: las hidroeléctricas. En su negocio, encierra y adquiere por la fuerza terrenos de lugareños aiseninos, quienes se ven en la obligación de vender. No les deja alternativas, el agua es el negocio del futuro.
Pero la historia no queda ahí. En Chile, solo el 7% de las aguas continentales son de propiedad de los chilenos, el resto, está en manos de privados. La transnacional Endesa, a través de Hidroaysén juega un papel preponderante. Requieren el agua de la Región de Aysén y hacer su negocio: abastecer la supuesta demanda energética del norte del País. La disputa entre el Tompkins y HidroAysén es titánica. Ambos casos envuelven otras necesidades, por un lado, el requerimiento energético del norte, un país embaucado en el auge minero y por otro el avance de los caminos y conectividad que requiere la Región de Aysén.
La disputa por el consumo de agua en Chile no tan solo abarca el parámetro continental, vale decir ríos, lagos y fluyentes. Su utilización para capitalizar recursos también ha llegado al mar. En el sur de Chile la industria salmonera, después de la crisis del Virus ISA, legalizó la posibilidad de hipotecar porciones de mar territorial a la banca privada. En efecto, el resultado es la privatización del mar, con la posibilidad de ampliar el préstamo bancario ampliando la porción de terreno con el denominado barrio salmonero. Con este instrumento diseñado para los empresarios el mar dejó de ser propiedad de todos los chilenos.
En el norte del País la explotación minera expone un desarrollo de proporciones, tal es el caso, que en la Región de Atacama, minera Caserones adelanta que tendrá proporcionalmente mayor producción que las cupríferas antecesoras en Chile. El crecimiento minero refuerza la tesis de la necesidad energética y en su defecto la necesidad de agua. En la Región de Atacama Pascua Lama ha sido el talón de Aquiles a la hora de cuestionar el manejo del agua. Copiapó, capital regional, tiene un antecedente incuestionable: las empresas mineras secaron el río Copiapó, las fluyentes desaparecieron y hoy los habitantes de la Región de Atacama cancelan el agua potable más cara y de peor calidad de Chile. De ahí el interés de explotar agua de mar.
En la costa, muchas de las empresas mineras ya comienzan a poner sus ojos en el litoral. Para esto, ya se trabaja en los estudios preliminares de plantas desalinizadoras de agua de mar. Pero la demanda se proyecta en caudales mayores. Algunas empresas mineras diseñan modelos de acueductos para trasladar agua desde el sur de Chile, los que tendrían la finalidad de abastecer el crecimiento minero, en paralelo a las plantas procesadoras existentes.
El crecimiento minero y el inexorable costo del desarrollo del País, podría producir un efecto aún más desfavorable que el ocurrido con las represas en el sur de Chile. Las proyecciones en un tiempo promedio de una década en la construcción de represas, la exploración de aguas continentales, la explotación minera y la privatización del mar son el inicio por la competencia por el agua desde la alta cordillera hasta el mar territorial de Chile.
Fuente El Ciudadano