jueves, 6 de octubre de 2011

La Riqueza de Chile ¿Es verdad?

Hace mucho tiempo, en una región algodonera de los Estados Unidos, un niño que caminaba por un arrollo del lugar, encontró una enorme roca, tal vez de unos cuatro o cinco kilos de peso, y tomándola, pues su color dorado le produjo curiosidad, la llevó a su casa. Era un  niño de familia campesina, que poco y nada sabían de minerales o cosas por el estilo. Durante unos años, la piedra solo se usaba en la casa del infante para trancar la puerta de la casa, hasta que un buen día, un forastero que pasaba por el lugar, siendo “invitado” por los padres del niño a tomar algún alimento, y mientras lo hacía, miró en el “suelo” la roca que trancaba la puerta, dándose cuenta en el acto de lo que ésta era. Entonces ofreció a los dueños de la casa unos tres dólares por ella, a lo que éstos accedieron de inmediato, pensando que estaba un poco trastornado. Así fue que se la vendieron, y la piedra dorada, un poco sucia a raíz del uso que le habían dado todos esos años que les perteneció, pasó a ser propiedad de una persona ajena a dicha familia. Infortunada familia, podríamos decir, pues luego el extraño vendió la misma roca por más de dos mil trescientos dólares, en una ciudad lejana. Era nada menos que casi cinco kilogramos de oro puro. De excelente calidad. Cabe decir aquí que por la época en que estos sucesos ocurrieron, esa suma era enorme. Una muy buena casa, por ejemplo, en dicho tiempo, costaba unos cien dólares. Información que sirve para hacer comparaciones y comprender.
            
Al leer esta historia verídica, me sorprendió, y a la vez me trajo a la memoria un aviso que tantas veces vi, y que era auspiciado por instancias muy ligadas al elemento minero. El título de dichos anuncios publicitarios rezaban de la siguiente manera: “Cuídate, La Riqueza de Chile eres tú”. Esto salía junto al rostro de una niña sonriendo. Todo lo cual me hace pensar. Los niños son verdaderamente un tesoro en bruto, como un diamante que se encuentra recién descubierto y necesita ser finamente trabajado, para transformarse en una exquisita joya, que adorne y honre el lugar que ocupe. Pero, ¿qué pensamos realmente los chilenos de nuestros niños, provengan de donde provengan? ¿Son verdaderamente nuestra “Riqueza”? Podemos responder afirmativamente a estas preguntas, con un dejo de seguridad, pero, ¿Qué dicen los hechos, nuestros actos, respecto de esto? Y si una imagen efectivamente vale mil palabras, ¿con cuál imagen nos quedamos? ¿Con la de miles de colegios que dan lástima por tener su instalaciones en pésimas condiciones, con la falta de trabajo en “equipo educativo”, con los cientos de millones extrañamente “traspapelados”en el camino de su uso para mejorar, tanto la infraestructura de los establecimientos educacionales, como para contratar a todo el personal idóneo, que efectúe el trabajo educacional? ¿O con la de una niña sonriente, pues siente ser valorada? ¿Cuál es la imagen que define a la “Educación Chilena”?

¿Y si nuestra educación completa, hoy en día solo puede describirse como una sucia roca que atraca la puerta? ¿Qué pasaría si en lugar de ello, definiéramos de esa manera a nuestros niños? Por una parte decimos que son “La Riqueza de Chile”, pero nuestro comportamiento muestra que en realidad pensamos en ellos como un simple pedazo de piedra, que nos sirve para esto o aquello. Los dejamos ensuciarse y perderse, sin mayores preámbulos, pues ¿qué nos importa?

Una gran lección para nosotros. ¿Dónde hemos puesto a nuestras generaciones de estudiantes? ¿Acaso no entendemos que son un todo indivisible? Tal cual la roca de oro lo era. Trabajamos y refinamos todo el material, sacando las impurezas, preparándolo para ser usado en las más increíbles y exquisitas maneras, creando con éste piezas de valores trascendentes. Ningún joyero divide una barra de oro refinado en dos, para botar una mitad y elaborar la otra. Si un especialista en joyas hiciera eso, sería tomado como “enfermo mental”, el idiota del rubro, y separado de su puesto de trabajo. Pero en nuestro país, simplemente “dividimos” a los niños. Los ponemos en vulgares “capas”, u ordinarios “estratos”, en los que los disponemos de una manera u otra, pero sin conciencia del daño que generalmente hacemos con ello. “¿Este niño es pobre?, va para allá. ¿Este niño es de “clase media”? Entonces va aquí. ¿Este otro es de clase semi alta?, entra en este lugar, ¿Este de clase alta?, se coloca acá”. Etc. Como piezas en un tablero de ajedrez. ¡¡¡Qué denigrante, grotesco, repugnante!!! Y ellos deben asumir el rol que les damos, como si fueran la sucia roca que tranca la puerta para nosotros, los extra-híper-súper sabios.

No cabe duda de que tenemos en nuestras manos un grandioso tesoro, que debe ser tomado como lo que es, no importa aquello que en un principio parece. Por lo mismo, debemos dedicarnos, con esfuerzo, cariño y precisión, a refinarlo, limpiarlo, moldearlo, y transformarlo en la fina joya que es capaz de ser, sin distinciones, pues el oro debe ser mirado por lo que es. Oro. De lo contrario, con el tiempo, hasta nos olvidaremos de lo que poseemos, terminaremos menospreciándolo de maneras inimaginables, usándolo de formas completamente burdas y deshonrosas. Finalmente, alguien con la inteligencia y la habilidad necesarias para darse cuenta de qué es lo que poseemos, nos engañará y tomará nuestra riqueza, para salir corriendo a hacerse rico con ella. Entonces nuestros niños servirán a otros, y ellos serán quienes los valoren de verdad, les abran las puertas de las oportunidades más brillantes, los trabajen hasta transformarlos en joyas preciosas, y nunca más los veamos. Ni ellos quieran volver a saber de nosotros.
            
Entonces, de verdad, tengamos dinero o no, sin importar quienes seamos, solo nos habremos transformado finalmente en una nube de bárbaros, completamente brutos, que nunca se dieron cuenta de lo que tenían, hasta que lo perdieron por ignorantes y estúpidos. Lo que me recuerda un antiquísimo dicho hebreo que dice: “en la casa del pobre hay mucho pan, pero se pierde por falta de juicio”. Si en lugar de ocuparnos diligentemente de nuestra verdadera e incalculable “Riqueza”, seguimos aplicando imperturbablemente el retrógrado y degradante “modelo explotativo”, concentrados simplemente en “extraer”,“ordeñar”“esquilmar”“exprimir”, nada podremos esperar, más que ser llevados por nuestra propia mano, a donde los miserables esclavos terminan sus infamantes días. Sin pena ni gloria. Solo una sucia tumba, bien ganada, que diga en la lápida, de todos nosotros, los chilenos: “aquí yacen los que lo tuvieron todo, y lo perdieron, a causa de su inflexible codicia, sucia avaricia, extrema pereza, y suprema imbecilidad”.

CCC
PSICOPEDAGOGO