"Los campos de concentración y exterminio creados con la desquiciada intención de destruir vidas, mentes y físicamente”.
La democracia funciona y la cárcel es uno de los pilares donde se sustenta el estado, consecuencia de un sistema injusto y profundamente desigual. La representación y el reflejo cruel de un modelo represivo aplasta al pueblo pobre, encarcelándolo, haciéndolo prisionero para su control y exterminio.
Todo huele a cárcel, no sólo al hedor de la prisión, también las calles, sus escaleras, las cámaras, el micro, el metro, el liceo, la universidad, el trabajo, los hospitales; todo un modelo incrustado, legitimado, impuesto.
Lo nuevo llega de la mano de la democracia de los ricos, amparados en un discurso-estrategia que criminaliza y estigmatiza la pobreza. La delincuencia y el rentable negocio de las cárceles se posesiona de los nuevos tiempos políticamente. El estado represor, perpetuador del status quo que garantiza extrema miseria y extrema riqueza, responde con más represión y más cárceles, concesiones privadas en estructura y funcionamiento.
La cárcel es entonces un negocio redondo, es más rentable que la inversión del estado en vivienda o educación. Un preso es una inversión segura en lo económico y un laurel en lo político, así la concesión en manos de privados hace prósperos empresarios a aquellos que lucran con crueldad, con las vidas de los pobres, con la garantía de recibir un pago fijo y sin retraso por cada preso encerrado en sus modernas mazmorras. En Chile los presos somos producto abundante para las hienas del empresariado.
Sus métodos y la batalla de los sentidos
El aislamiento como arma de venganza, trato inhumano y degradante. Manejan a la perfección sus efectos letales (tienen expertos en medicina y sicología que lo afirman). La máxima seguridad es una cárcel dentro de otra cárcel, donde el siniestro juego de los sentidos y sensaciones lo dan por ganado de antemano, controlando al máximo las posibilidades del cuerpo y la mente: apuntan a la destrucción lenta de los convicciones, de las ideas, de nuestras rebeldías y sueños, de nuestras alegrías, amores, de nuestra vida.
El aislamiento es una forma enmascarada y vil del estado para aplicar la pena de muerte, condena que se hace efectiva cada vez que un preso muere, lo constatamos con la cruda, triste, enterrada, oculta cifra de un preso muerto por semana en las cárceles de este país.
Toda muerte en una cárcel es un crimen impune, cuyo responsable ineludible es el estado, su gobierno de ricos, y su herramienta de control social, sistema criminalizador de pobres, así generan las condiciones para que esto suceda.
Un encuentro internacional sobre los derechos humanos realizados en Holanda en diciembre del 2022, concluye que: “El aislamiento es una de las formas más extrema de represión, algo comparable con la tortura física o el asesinato, un medio para destruir las ideas en general y las políticas en particular, una tortura blanca concebida para eliminar al preso”.
Los aspectos del desquite y el ensañamiento también son parte del sustento de la aplicación del aislamiento por el sistema penitenciario, la venganza de la máquina de dominación contra los que luchan, los que se resisten y rechazan la sumisión.
Ahora dotemos de piel y tacto lo que antes describimos en palabras y conceptos, démosle calor a lo que puede ser un mero discurso:
Estuve encarcelado 12 años, luego controlado por el sistema de libertad vigilada, casi seis años más, hasta que asumo la clandestinidad, luego de tres años en esta condición soy capturado en argentina y trasladado bajo un secuestro que reeditó las prácticas del plan Cóndor a Chile. En la actualidad estoy siendo juzgado por la fiscalía militar y la justicia civil. Escribo estas líneas recluido al interior de la Cárcel de Alta Seguridad, el CAS, y a su vez en una sección especial denominada Máxima Seguridad, el MAS. Aquí permanezco encerrado 22 horas diarias en un paralelepípedo de cemento y fierro cuya base mide 2×3 metros, todo blanco, tiene wáter, ducha, luz artificial y una radio.
Tengo una hora bajo el cielo de un lugar al que difícilmente se le puede llamar patio, superficie de 6×5 metros rodeada de murallones de hormigón. Accedo dos y media hora por semana a una visita directa con un ingreso máximo de cinco personas, sólo familia, esta instancia se lleva a cabo en un estrecho pasillo subterráneo que gotea aguas del desagüe del primer piso. Vivo en la planta baja de este complejo, completamente solo, a pesar de que hay 8 celdas de similares características, éstas se mantienen vacías desde que estoy aquí, el pasillo tiene 4 cámaras, soy custodiado las 24 horas, en turnos de 8 hora 3 gendarmes tienen la dedicación exclusiva a mi vigilancia. El allanamiento es constante cada vez que entro y salgo de la celda. Todo tipo de cartas o información debe ser autorizada, tanto la que entra, como la que sale, nuestras cartas de amor, amistad o hermandad son escaneadas y almacenadas. Todo libro que reciba debe ser original (nada de fotocopias, ni separatas, ni ediciones autónomas o piratas), los utensilios todo de plástico, la comida está restringida a tres frutas, los colores que puedo usar para imprimir las imágenes presentes en mis recuerdos o a mi imaginación son limitadas al marfil, los grises y negros, los olores se restringen al de humedad y más humedad.
Los allanamientos de las visitas son excesivos y fuera de norma, nuestros cariños, alegrías, lágrimas, besos, caricias de amor son observados y controlados a través de cámaras y oídos atentos de gendarme en el maloliente pasillo. A este aislamiento se suma la imposibilidad de hacer el amor con mi compañera, esta es la única cárcel de Chile que no tiene visitas conyugales, nos anulan la capacidad de amar. Así también éste enfurecido castigo trasciende a nuestros hijos, ya que los espacios no presentan la mínima condición digna, ni siquiera higiénica para adultos, aún menos para los niños, nuestros adorados hijos.
Juan Aliste Vega
Subversivo encarcelado por
el gobiernos de los ricos