jueves, 9 de junio de 2011

Chile: La hora de la oportunidad histórica

Por Andrés Figueroa Cornejo

1. Así como se nos Ollanta la esperanza, y arde Vallejo y Mariátegui en la noche capitalista, del mismo modo en Chile, son una vez más los jóvenes, los estudiantes pobres, los lúcidos, los “faltos de respeto”, los iconoclastas, los sin porvenir, los vacunados contra los terrores y la miseria de la política tradicional que representa los tradicionales intereses de los que aún tienen por el mango el sartén, quienes ponen el cuerpo vibrante a la hora de alumbrar lo que todavía no es, pero que será por voluntad y necesidad histórica.

Como en el paisito no existen los plebiscitos, mejor que nada es atender los resultados de la encuesta Adimark de mayo de 2011 que efectuó su estudio sobre la gestión de los administradores de turno del Ejecutivo en los centros urbanos de las 15 regiones del país. En la consulta, Sebastián Piñera   cae a un 36 % de aprobación ciudadana, y aumenta a un 56 % su desaprobación, en tanto, un 57 % de la población simplemente no le cree. En el ámbito económico Piñera es aprobado por un 48 %; en educación por un 44 %; en empleo por un 39 %; en delincuencia por un 33 % (¡Y es uno de sus promesas electorales sustantivas y en las que ha invertido buena fortuna de todos los chilenos!); en corrupción estatal es aprobado por un 32 %; en salud por un 30 %; y en transporte público por un 29 %. Asimismo, todos los miembros de su gabinete se despeñan, incluso su pre candidato presidencial, el bi ministro Laurence Golborne que hizo buena fama en las pantallas en el rescate de los 33 mineros enterrados en agosto de 2010. Claro que nadie abre la boca sobre los trabajadores, también mineros, que desde esa fecha y hasta hoy han muerto en accidentes laborales, y cuyas cifras se mantienen convenientemente opacadas.

Pobrecitos los partidos políticos convencionales, tan grupos de interés, tan bolsas de trabajo, tan elite vulgar y antidemocrática, tan corporativos, desintegrados e indiferenciados en la forma y en el fondo. Apenas un 32 % aprueba a la componenda en el gobierno, la Coalición por el Cambio; mientras un 23 % aprueba lo que queda de la Concertación. Y eso que son dueños de todo, sostienen la misma doctrina política en términos estratégicos y aparecen en los medios de comunicación hasta el hartazgo diciendo cosas que no se pueden ver.

Dos ideas evidentes a estas alturas. Si la Coalición por el Cambio le rompe la credibilidad a Michelle Bachelet, la Concertación sí que entra por la ancha puerta del museo de las cosas muertas. Por lo menos es paradójico que mientras Bachelet se mantiene más distante mediáticamente de la Concertación, menos daño y con más blindaje electoral se arropa. Ni los ex presidentes Ricardo Lagos Escobar y Eduardo Frei Ruiz Tagle le brindan popularidad –por el contrario, la gente los ve como parte del problema, que no de la solución-, ni menos la orquesta malograda de operadores políticos que mencionan su nombre a hurtadillas. Por otro lado, si Piñera fuera de izquierda, con  la insignificante aprobación popular que arrojan las encuestas, ya sería hora de ir a arrojar migas de pan a los cuarteles militares. Es cuestión de no creer que con esos números no huyan los inversionistas, los ricos se refugien en Miami y la Bolsa de Santiago no se hunda inexorablemente. ¿Será que la democracia formal es sólo un adjetivo dispensable para el capital y  el gran empresariado? ¿No es más correcto que la democracia participativa sea lo propio de los trabajadores y el pueblo y no de la minoría que se apropia del trabajo de la inmensa mayoría? Es verdad, existe gobernabilidad porque por abajo el movimiento popular recién ofrece sus primeras expresiones de tonelaje distinto y superior al activismo de las agrupaciones progresivas o de izquierda o discursivamente archi revolucionarias y su marcha inagotable y reducida a pura propaganda y testimonio; siempre valiosa, como insuficiente y hasta ahora, ineficiente. Por eso Piñera y la Concertación deben ponerse de acuerdo para corregirse el maquillaje ante la opinión pública en conjunto. Aunque ello no baje el precio de los combustibles, los alimentos esenciales, la vivienda, la escolaridad, la salud, los créditos usureros y sin regulación alguna; y los salarios no lleguen a fin de mes, aumenten las enfermedades laborales, el actual tipo de sindicalismo no se corresponda a la nueva organización del trabajo impuesta por el capital y las centrales sindicales no actualicen sus modos, contenidos y se independicen de los partidos políticos tradicionales, de los intereses del Estado y hasta del propio empresariado en algunos casos. Ciertamente que para una enorme cantidad de dirigentes sindicales llegó el momento del retiro obligatorio y la jubilación.  Y ya muchos de ellos se han pagado las indemnizaciones por adelantado durante los últimos 20 años.  

Lo nuevo al respecto, es que la gente o la ciudadanía o el pueblo ya están más arriba de la coronilla, y van indignándose ante las evidencias del crimen. Nunca se puede engañar para siempre a todo un país. Ello es un mito publicitario, una trampa de utilería.

Son decenas de miles quienes han saltado las vallas de la contención policial para expresar su sensibilidad ambiental contra el despojo del capital en HidroAysén y en otros territorios. Cada vez más, las preguntas comportan las respuestas adecuadas. ¿El problema es HidroAysén solamente o para qué, para quiénes y de qué modo se resuelve el problema energético en Chile? ¿Para las grandes empresas mineras cuyas ganancias se convierten en activos financieros e instrumentos bursátiles, o para el bienestar de la gente? Si es mucho más barato ponerse de acuerdo con Argentina o Bolivia, y solucionar el déficit de energía en Chile, ¿Por qué ahora, justo ahora, se volvieron nacionalistas de golpe los dueños del paisito y la cuestión tiene necesariamente que ceñirse a los intereses de una transnacional española (Endesa) y el grupo Matte? ¿No estará ocurriendo que de las decenas de miles que protestan, un buen segmento ya descubrió que tras el tema energético no sólo hay pérdida de naturaleza, sino también y sobre todo, intereses corporativos, negocio, lucro puro y duro, engaño, colusión entre el Estado, sus administradores, los de antes y el gran empresariado, valga la redundancia? ¿Y el reloj no estará indicando que también la lucha contra la privatización y el monopolio  escandalosa de la venta de semillas de verduras y frutas por la norteamericana Monsanto –donde también conviven capitales nativos, muy familiarizados con La Moneda- debe ser materia de demanda masiva, aliada al campesinado que resultará más empobrecido de lo que ya está, y a la comunidad toda y los trabajadores, tratándose de un asunto alimentario trascendental? ¿O es que esa lucha está prohibida por arriba porque fue aprobada por ambas formaciones políticas en el Legislativo?


2. Mientras se mueren los comuneros mapuche en huelga de hambre y medio mundo clama por su libertad; mientras los estudiantes, escolares y universitarios, derrumban al que fuera pre candicadato para la sucesión de Piñera, el angustiado Joaquín Lavín, y luchan con movimiento e ideas claras para recuperar la Educación Pública, pese a las amenazas del gobierno y las palizas uniformadas; mientras los mineros subcontratistas del yacimiento estatal El Teniente obstruyen carreteras; ha ocurrido una tragedia más.  El joven libertario Luciano Pitronello de 22 años, en la madrugada del miércoles 1 de junio en Santiago resultó mutilado y ciego luego de que le estallara un artefacto explosivo artesanal cuyo objetivo original era una sucursal bancaria vacía, un símbolo más de la sobreexplotación y la usura. ¿Qué haremos con este dolor? Es cierto que si hay desesperación sólo resta la justiciera voluntad. Pero la voluntad sin pueblo es sólo testimonio incomprensible, impotencia errática, acto aplaudido en secreto o sin enfado por los enemigos de los intereses profundos de las grandes mayorías explotadas y expoliadas, usadas y abusadas. ¿Hasta cuándo tendremos que pedir piedad para los justos? ¿Cuántos jóvenes rebeldes y preciosos más se inmolarán con razones morales implacables y ningún sentido de las formas de lucha de acuerdo a las relaciones de fuerzas realmente existentes? Luciano, en tu corazón cabe el mundo. ¿Pero qué ruina ideológica o perversa y franca instrumentalización  por enemigos encubiertos causaron un nuevo y terrible episodio? Existe un video casero que captó a Luciano Pitronello envuelto en llamas. Resulta insoportable verlo. Podemos acusar de este crimen al capitalismo. Sin embargo, no hay justificación política que pague el riesgo y la improvisación de un gesto registrado apenas en las páginas rojas de los periódicos. Y además, utilizado por el poder para emprenderla con más palo y duro sobre la disidencia política que cada día aumenta en Chile. Se puede amar la concepción existencial de la libertad del anarquismo. Se puede pensar con sinceridad en una sociedad de iguales y libres donde el Estado sea parte de la prehistoria humana. Se puede luchar hasta la muerte por ello. Pero no es admisible ética y políticamente que la pura acción individual y sin contexto sea la manera más eficaz para estar un paso más cerca de una sociedad nueva. La historia del movimiento real de los pueblos que alcanzan la victoria es concluyente al respecto.  ¿Hasta cuándo tendremos que pedir piedad para los justos?


3. Las formas de lucha que asumen los intereses hondos de los trabajadores y el pueblo están atadas al estadio de la lucha de clases, a la estatura real de la hegemonía o no de las grandes mayorías respecto de los grandes capitales y el imperialismo, a las correlaciones de fuerzas nacionales, regionales e internacionales. Para el pueblo trabajador y sus alrededores, para la humanidad y su sobrevivencia, la doctrina es el socialismo –no el de manuales dañinos, rígidos, antidialécticos e idealistas en su peor sentido-. El proyecto estratégico es la confección colectiva de su trayecto complejo; y el programa es progresivo y  está condicionado a la correlación de fuerzas reales. Es decir, siempre es táctico en un largo principio. Como en Chile no existe guerrilla ni ejército popular beligerante, con territorios liberados y tropas a granel, la lucha y su proyecto determinado históricamente deben sustentarse sobre la organización y expresiones políticas y sociales de la mayoría activa. Allí se encuentra la retaguardia y los materiales nodales de su potencial vanguardia. Asimismo, la lucha y el proyecto deben ofrecerse por abajo y por arriba. En la actualidad, ante el desprestigio creciente de los grupos de interés y administradores funcionales al capitalismo denominados partidos políticos tradicionales, se abre una posibilidad política para los más que también debe jugarse en el terreno electoral. Siempre subordinada la forma de lucha electoral a la liberación de las fuerzas sociales que determinarán el curso de la historia. Y el socialismo no es un modo de producción. Es un período transicional. Es decir, ante la contradicción esencial del capitalismo sintetizada en la apropiación privada del excedente socialmente producido; se trata de que todo el proceso de producción y distribución  de ese excedente socialmente producido –tanto de mercancías, como de servicios (o forma de mercancía inmaterial)- esté bajo control, administración y subordinación política de los trabajadores y el pueblo. Naturalmente, sobre estas nuevas relaciones sociales de producción se formarán las propias condiciones de una sociedad fundada en la libertad y la igualdad, el desarrollo creativo en todos los ámbitos de la humanidad y la construcción de una nueva civilización. Pero lo anterior es un punto de llegada, no de partida. Y no hay atajos.

De nuevo la unidad política de todos quienes buscan la edificación de una sociedad cuya dirección irreductible sea la socialización de la riqueza, la gobernabilidad y seguridad genuinas que ofrece la destrucción de las desigualdades, está a la orden del día. Es verdad que Cristina Fernández de Argentina, Evo Morales de Bolivia y ahora Ollanta Humala de Perú no son Salvador Allende de 1970. El pueblo chileno, Latinoamérica y el mundo tampoco son los mismos. Pero lo cierto es que si las candidaturas electorales en todos sus niveles, sometidas a la evaluación e intereses del propio pueblo, logran su expresión en el mediano plazo, existe la oportunidad de terciar frente al duopolio político sin crédito popular en el país. Y ya no sólo para aprovechar la vitrina mediática. La emancipación social es un  camino pedregoso, amargo y también feliz. Y hoy es de carácter regional y mundial. Las condiciones de la lucha, las posibilidades de ser gobierno y  hegemonía basada en el movimiento popular organizado, tiene de voluntad política, convicción de poder y de condicionamientos históricos que no guardan relación alguna con el maximalismo ideológico, sino más bien y sobre todo con el más riguroso análisis concreto de la realidad concreta. El enemigo principal es el imperialismo y el límite de un nuevo bloque unitario, popular, transformador, combinado, audaz e inteligente, es sólo la clase gran propietaria o la burguesía. No de otra manera puede entenderse hoy la independencia política de la clase trabajadora y la construcción de mayorías.

Si existe otra alternativa, favor dar aviso al pueblo trabajador.

9 de junio de 2011