Henry Renna Gallano
Posiblemente el movimiento de pobladores ha sido uno de los actores más activos y dinámicos contra el progresismo en el Chile del siglo XXI. Éste de forma ascendente desde la Toma de Peñalolén en 1999 ha alcanzado significativos niveles de desarrollo político, conseguido relevantes conquistas materiales y, de suma relevancia histórica, está impulsando importantes experiencias aleccionadoras de transformación social. Fuera de todo estruendo mediático en diferentes territorios del país se visibilizan proyectos que ensayan la prefiguración de una ciudad futura a través de la producción social del hábitat.
Algo está despertando
En las ciudades neoliberales, como las chilenas, no existe el libre
mercado, sino una alianza estatal-mercantil que diariamente enseña sus
intervenciones coercitivas y coactivas sobre el espacio urbano. Desalojos por
la fuerza para limpiar barrios de altos ingresos, criminalización de
poblaciones en comunas pericentrales que luego son gentrificadas, incentivos
vía subsidio para la renovación de zonas céntricas, ampliaciones del límite
urbano para localizar bolsones de pobreza fuera de los muros de la ciudad, son
sólo algunas muestras que, si la tecnología de segregación hoy día es menos
brutal que ayer, no es por ello menos real.
Frente a esta asociación de complementariedad entre los actores
gubernamentales y los agentes mercantiles, el movimiento de pobladores ha
debido dotarse autónomamente de sus propias herramientas de acceso al suelo, de
participación en el diseño arquitectónico, de gestión de recursos, y de control
administrativo y social del proceso (Renna,
et.al, 2009). Podría decirse que el auge de la búsqueda de autonomía es
directamente proporcional a la crisis del sistema representativo (democracia
delegativa) y de bienestar social (economía neoliberal); los movimientos así
debieron levantar sus propias formas de participación e imponer soluciones
concretas a sus necesidades, donde el Estado o el Mercado no han podido o
querido hacerlo.
En efecto, a pesar de la dinámica urbana y habitacional dominante, el
movimiento de pobladores ha logrado organizar, aún germinalmente, la demanda de
los sin casa, allegados y damnificados del país. Lo importante de este último
ciclo del mundo poblacional es que la necesidad del techo se ha conjugado con
prácticas que superan la reivindicación, el carácter peticionista de la lucha,
y la dependencia y reproducción de la forma Estado (Renna, 2010). Ha transitado “de la necesidad a la comunidad”
(Pineda,
2014). De forma similar a lo que está sucediendo en el campo educativo con
la educación
autogestionaria, se abre espacio para formas no estatales ni
mercantiles de producción del hábitat, sino sociales.
Han re-aparecido las prácticas de producción social del hábitat, estrategias
de resistencia y ejercicio de las libertades ante el avasallamiento de los
grandes intereses inmobiliarios y de su oferta cada vez más inadecuada en
términos de ciudad, accesibilidad, costo y calidad (Ortiz, 1995), ampliando la
demanda por la vivienda hacia la construcción de alternativas
autogestionarias que se levantan desde los propios territorios, haciendo
posible en rincones y grietas de la ciudad neoliberal ese mundo donde quepan
muchos mundos.
De tomas y autogestión
En la última década sus formas de acción han sido diversas, veamos
algunos ejemplos:
· Madrugada del 12 de marzo de 2006 y el 22 de abril del mismo año, mes en
que asume Michelle Bachelet, pobladores organizados en Lucha y Vivienda junto
con organizaciones libertarias hacen ocupación masiva en terrenos de Peñalolén
alto. Sufriendo dura represión y la derrota político-militar.
· La primavera del 2007, cerca de doscientas familias se toman terreno
ubicado en Las Parcelas con Acueducto, comuna de Peñalolén. Siete años después
en julio de 2013 nace la Comunidad Las
Araucarias del MPL; 120 viviendas, un jardín popular y espacios
públicos para pobladores y pobladoras que, con movilización y control
comunitario sobre la gestión habitacional, lograron permanecer en su comuna de
origen.
· Ese mismo verano de 2007 un centenar de personas ocupan terreno ubicado
en la población Lo Hermida, Peñalolén. Tras el aprendizaje anterior lograron la
autogestión habitacional directa mediante creación de su propia EaGIS (Entidad de Auto
Gestión Inmobiliaria Social EmePeEle), donde delegados de base, la
asamblea y trabajadores militantes diseñan los proyectos, y luchando,recuperan
los recursos para ello. En enero de 2014 inició la obra de 32
departamentos próximos a entregarse el presente año.
· Enero de 2010 inician los trabajos cooperativos en terreno ocupado por
el MPL en la población La Faena de Peñalolén, después de meses de limpieza y
defensa legal y social del predio actualmente se está terminando un aula
construida con materiales reciclados y técnicas de arquitectura popular, el
desarrollo de huertas urbanas y prácticas de salud comunitaria.
· El 4 de mayo de 2012 medio centenar de mujeres y jóvenes organizados en
el MPL Franklin, muchos de ellos damnificados por el terremoto, ocupan inmueble
estatal en barrio Matta, comuna de Santiago Centro, naciendo el primer Inmueble Recuperado por Autogestión “Casona
Esperanza”. Dentro de ellos se optó por la propiedad colectiva,
el desarrollo de la ayuda mutua y la cooperación como principios fundamentales
del quehacer diario y político de las familias. Hoy tras haber autogestionado
directamente los recursos están cercanos a la compra de la casona y la construcción
de sus viviendas.
· El 17 de agosto de 2013, el 24 de enero, el 11 de marzo y el 21 de abril
de 2014, las asambleas del MPL III, IV y VI de Peñalolén tras haber diseñado y
recuperado los recursos con su propia EaGIS y, ante la falta de voluntad del
SERVIU por comprar los terrenos, deciden ocupar cuatro predios en el sector
Quebrada de Vítor para la construcción de 74 soluciones habitacionales y la
conquista de la permanencia territorial.
· El 10 de Julio del 2014 la Federación Nacional de Pobladores desarrolla
el acampe más largo en
las riberas del río Mapocho llegando a los 74 días,
logrando articulación y unidad en la lucha con estudiantes organizados en la ACES,
diferentes federaciones universitarias, organizaciones del mundo sindical,
colectividades mapuches, e importantes referentes de la cultura popular
chilena.
· El 7 de agosto del 2014 más de treinta familias del MPL Concepción
ocupan viviendas en el exclusivo sector barrio las
Princesas. Desde las poblaciones Lorenzo Arenas, Barrio Norte y Tucapel Bajo
pobladores y pobladoras decidieron dejar de esperar una respuesta del mal
gobierno y tomaron en sus propias manos una opción de dignidad. Hoy junto a las
familias de Chillancoop, y otros colectivos y organizaciones como Metiendo
Ruido y Andha Chile a Luchar Democrático, dibujan desde abajo una forma de
conquistar con hechos el derecho a la vivienda y transformar con prácticas, sin
esperar un día mágico, el presente capitalista de individualismo, soledad y
pobreza.
Todas ellas son acciones directas dirigidas a la apropiación del suelo y
su colectivización con miras a la conquista de la vivienda, las cuales no han
estado exentas de violencia (del Estado) y de autodefensa (de las y los
pobladores). Pero su principal radicalidad, es que son esfuerzos
por reconstruir la vida social desde los cimientos, la comunidad, mediante
la organización autónoma de la clase y la colaboración solidaria de los
habitantes organizados en los territorios, las pobladoras y pobladores. Estos
lugares sin permiso se transforman lentamente en focos de autonomía desde
donde se emprenden una serie de acciones colectivas que se insubordinan contra
la hegemonía, ampliando los campos y la capacidad de autodeterminación social
de los sectores populares. Parafraseando a Marx, una arremetida
por consolidar la asociación territorial como un esfuerzo real y
constructivo de crear el tejido social de las futuras relaciones humanas.
Los ingredientes comunes
Las experiencias son distintas y no tienen recetas, pero no han estado
distantes en los ingredientes utilizados. Identifiquemos algunos de ellos:
· El sentido anti-patriarcal de la lucha. En la mayoría de estas experiencias
son mujeres las que conducen, lideran y dan vida a cada una de las acciones.
Existiendo o no una abierta adhesión a la lucha anti-patriarcal por parte de
las organizaciones, la mayoría de los casos presentan en sus participantes
quiebres significativos en las relaciones de género, en especial cuando es la
mujer,y no el hombre, la que ocupa el espacio público de lucha social.
· Un cruce entre lo familiar-comunitario y lo político-militante. Se nota en su
desarrollo una coexistencia de las dinámicas cotidianas del bajo pueblo con las
lógicas militantes de las organizaciones, permitiendo una comunitarización de
la lucha y el proyecto político y una politización de las acciones sociales y
vivenciales de cada persona.
· Una dinámica organizativa desde abajo, desde las lógicas de mandar
obedeciendo. En ellos existe una interesante flexibilidad táctica y organizativa
pasando de estructuras jerarquizadas en los momentos de choque directo, a
formas democráticas y horizontales en tiempos de paz, cambiando radicalmente
los roles establecidos.
· Una recuperación-colectivización de la riqueza producida socialmente. Los distintos
ejercicios de autogestión del hábitat han logrado arrebatarle al Estado tanto
en subsidios como en asistencia técnica importantes recursos que son destinados
a inversiones en los mismos proyectos o en sus trabajadores.
· La instalación de la ayuda mutua, el cooperativismo, y la solidaridad
como principio fundamental de la organización social. Los arduos
niveles organizativos de la autogestión exigen a su vez elevados niveles de
cambio cultural en sus participantes. Así se observa que estos valores-ideas se
instalan lentamente en las bases de las comunidades y asambleas, que con
mayores o menores niveles de politización, les acercan a una forma distinta de
ser y estar en el mundo.
· Un profundo arraigo clasista en sus filas. La mayoría delos
movimientos de pobladores y pobladoras trabajan con los sectores más golpeados
por la pobreza material y cultural del modelo. De ahí que se observe en su seno
una tremenda potencialidad por transformar trayectorias de vida de hombres y
mujeres. La misma lucha y autogestión ha transformado biográficamente a cientos
y miles de seres humanos.
· Un cuestionamiento a la rentabilidad privada del suelo. Todas ellos
levantan la demanda por la función social de la propiedad en contra de ella
como mercancía, y también proponen nuevas formas colectivas y cooperativas de
manejo, administración y uso de la tierra, desestructurando la propiedad como
institución social capitalista.
Se observa que el actual movimiento de pobladores y el movimiento social
en general, presenta quiebres medulares en el sentido de la lucha respecto
de los movimientos tradicionales: ha sustituido la centralidad de la
disputa estatal por el poder-hacer de la sociedad organizada (Renna,
2014). Este quiebre, en su expresión práctica, se visibiliza en ir
dejando atrás paulatinamente las demandas elevadas a la institucionalidad
política por techo, servicios básicos e infraestructura urbana, y poner
por delante prácticas autogestionarias que levantan alternativas desde los
territorios en búsqueda de un hábitat y una vida digna.
Son modalidades de producción del espacio centradas en el control
popular de la organización de los factores productivos y sociales del hábitat y
la ciudad en su conjunto. Formas autogestionarias de producción, que si bien
utiliza los recursos públicos no hace parte de lo estatal sino de lo social, a
pesar de ser consideradas como formas privadas de solución éstas no son
mercantiles sino sociales, y no obstante ser tipificadas de ilegales, su
legitimidad está en la privación y la necesidad de las mayorías, y en la
voluntad y determinación de algunos y algunas por auto-organizarse en
resistencia, por ser un poblador y una pobladora en lucha.
Una producción social del hábitat desde el sur
En las ciudades de América latina estas experiencias son diversas y
asimétricas en su escala y complejidad. Veamos algunos casos:
En construcción de vivienda
· Cruzan desde esfuerzos de “reciclaje urbano” de
inmuebles céntricos por construcción cooperativa como el Movimiento de
Ocupantes e Inquilinos (MOI) en Buenos Aires, hasta barrios completos
construidos con ayuda mutua y propiedad colectiva por la Federación Uruguaya de
Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua (FUCVAM).
En materia de urbanización
· Desde las formas de “radicar con urbanización” donde
el Movimiento Popular La Dignidad (MPLD) ha logrado la auto-organización
villera y resolver de modo cooperativo sus necesidades de alcantarillado,
electricidad y agua potable, hasta las barrios, edificios y campamentos del
Movimiento de Pobladores de Venezuela que poseen control relativo
mediante sus órganos de poder popular sobre cuadrantes completos de la ciudad.
En relación a las ocupaciones urbanas
· Desde cada una de las tomas y ocupaciones de“inmuebles recuperados
por autogestión” en Chile por el Movimiento de Pobladores en Lucha
(MPL) pasando por las “tomas en altura”, edificios completos
recuperados por las Brigadas Populares (BP) de Brasil siendo restaurados y
habilitados con uso habitacional y comunitario, hasta las colonias organizadas
en el Frente Popular Francisco Villa Independiente en México donde existe
control de ingreso y vigilancia por las policías comunitarias.
Como generalización las experiencias van desde formas de producción del
hábitat individual o colectiva surgidas de modo espontáneo por la necesidad y
la urgencia habitacional de los sectores más vulnerados por el sistema, pasando
por modalidades de control comunitario sobre la gestión de la producción o
formas de participación asistidas técnicamente desde los gobiernos, hasta
experiencias como las mencionadas, casos de producción cooperativa y
autogestionaria de vivienda y barrios controlada directamente por sus
originadores-productores.
Tenemos así en un primer nivel de escala/complejidad las modalidades
de (i) autoproducción del hábitat donde están todos los
procesos de acceso a la vivienda y de producción del espacio que se realizan
bajo iniciativa de la propia gente de manera individual/familiar o
comunitaria/colectiva. En esta última, las colectivas, están las prácticas
de (ii) autogestión del hábitat. Estas son fórmulas
sostenidas por cooperativas, empresas sociales u otras, dirigidas al
mejoramiento de las condiciones habitacionales y urbanas de los productores con
fines asistenciales o transformadores de la realidad social. En esta última,
las que persiguen un cambio total, están las experiencias de (iii) urbanización
autogestionaria. Estos son ejercicios de transformación territorial
impulsados por organizaciones y movimientos sociales que despliegan distintas
formas de poder popular en torno a la organización por acceder a la vivienda,
construir el barrio y transformar la ciudad.
Las distintas formas de producción social del hábitat, como se observa
no son sólo una forma de recuperar recursos o una modalidad individual o
colectiva de satisfacción de necesidades, sino son un proyecto de autogobierno.
Formas de organización y de acción que rechazan la desigual producción del
orden urbano, y tras esa negación se abre paso a la creación, y despliega una
forma de poblar alternativa, ni estatal ni mercantil, sino social.
Aperturas
Señalaría Raúl
Zibechi (2008), son los no ciudadanos que perdieron sus lugares en la sociedad
neoliberal los que abren sus propios espacios, y dicho reconocimiento implica
en sí mismo un quiebre en la mirada: dejar aquella perspectiva negativa y
estado-céntrica definiéndolos por lo que no tienen (carenciados
y marginados), para adoptar otra que tenga como punto de partida las
diferencias que ellos han creado (como productores una nueva
realidad), para desde ahí pensar otros caminos posibles.
Estas prácticas hoy son una alternativa real a la crisis del capitalismo
urbano, son hechos y lugares de pensamiento, teoría y práctica para la ciudad
futura. Los destellos de rebeldía, de ocupación y autogestión, son al mismo
tiempo aperturas epistemológicas ante el proyecto de ciudad de los vencedores.
Una batería de políticas públicas no-estatales que cuestionan el sentido común
de las ciudades, aquella “racionalidad implícita a la que debe servir el
espacio metropolitano” (Duran,
2008).
Poco a poco, ellas se entroncan junto a otras fuerzas sociales y
políticas en la revolución urbana: una larga metamorfosis de la vida y el orden
de las ciudades dirigida a socializar la riqueza producida socio-espacialmente
y que las clases trabajadoras organizadas en los territorios recuperen para sí
el control directo sobre su destino dentro de ella.
A ese sur, sin prisa pero sin pausa, vamos caminando.