Lo
conseguido hasta ahora es muy poco, realmente muy poco si pensamos en
los millones de hectáreas de tierras malhabidas que hay que recuperar,
de las cuales Marina Kue apenas son 2.000 hectáreas aproximadamente.
Dos mil hectáreas que costaron hasta el
momento 17 vidas. Los más de siete millones de hectáreas restantes suman
más de 100 campesinos asesinados. ¿Es ese el valor de la tierra? ¿Lo
medimos en vidas? ¿En litros de sangre regados en la ya roja tierra
paraguaya? Para los poderosos es solo dinero, para el pueblo es la vida,
la sangre. Así de simple para el poderoso: el costo de un fiscal, de un
“allanamiento”, de la policía, del juez, del escribano. Así de trágico
para el pueblo: los golpes, los pocos bienes incendiados, las heridas,
el cuerpo muerto del o de la familiar. Y la gran verdad de estar
luchando por lo justo contra los injustos.
La lucha por la tierra en cada lugar del Paraguay
tiene siempre un costo. En el caso de Marina kue, esto no ha sido
distinto. Los pocos, escasos, logros que hasta ahora esta lucha ha
conseguido están más bien en el espacio de la cultura, de lo que se cree
de las cosas, que en el terreno mismo en juego.
Hablamos ahora de Marina kue, no de Campos Morombi.
Hablamos de campesinos y luchadores asesinados y ejecutados por la
policía y no de “invasores, asesinos, haraganes” como decían los grandes
medios en los primeros días y primeros meses tras la masacre, ese 15 de
junio de 2012. Las tierras, en este tiempo ha quedado claro, que están
siendo usurpadas por esa empresa y que son y eran del Estado, con
destino a la reforma agraria si las cosas se hicieran como deben
hacerse. El pueblo paraguayo reconoce a lxs presxs, familiares,
sobrevivientes y víctimas de la Masacre de Marina Kue
como luchadores por la tierra y ya no hay esa discriminación propiciada
por los medios de derecha de llamarles despectivamente “carperos” o
“inorgánicos”. Nada de esto se consiguió sin lucha de por medio: lucha,
solidaridad, acción directa e indirecta. En todos los espacios: las
calles, las carpas al costado de la ruta, las viviendas campesinas, los
tribunales, los espacios virtuales y mediáticos, las redes sociales y al
interior de los hogares y organizaciones sociales y políticas.
Una lucha importante y que no debemos
olvidar, que dio comienzo a todos estos pocos logros que se han obtenido
fue la huelga de hambre comenzada por ocho de ellos y que cuatro de
ellxs concluyeron al llegar al día 60 de huelga: Lucía Agüero, Luis Olmedo, Juan Carlos Tillería y Alcides Ramírez. No debemos olvidar en estos tiempos de represión que nos toca vivir ahora.
Un periodista mapuche, Pedro Cayuqueo,
escribió hace un tiempo, a propósito de una huelga de hambre de presos
políticos mapuches lo siguiente: “Especialistas médicos cifran en 80 los
días que puede mantenerse una persona en huelga de hambre, ingiriendo
únicamente agua. El ayuno hace perder al organismo, progresivamente,
todas sus funciones vitales y la muerte se produce tras un indeterminado
periodo de estado de coma. Paradójicamente, la muerte bien puede no ser
la peor parte. A los cinco días, dos órganos claves comienzan a ser
dañados: riñones e hígado. A los siete días comienza la degradación del
sistema circulatorio y la acidosis (descenso del ph de la sangre)
empieza a dificultar las funciones del corazón. A partir del día 20,
esta insuficiencia puede producir paros cardíacos y el cerebro empieza a
perder parte de sus funciones vitales. Comienzan entonces los mareos,
pérdidas de memoria y de visión, y fuertes sensaciones de vértigo. El
deterioro completo de las grasas del organismo se datar en promedio a
los 70 días. A partir de este tope, señalan los médicos, lo normal es la
inmovilidad absoluta y la pérdida del conocimiento. Lo que viene luego
es el estado de coma. La muerte por inanición se produce en días (o
semanas, dependiendo de la persona, su talla, grasa corporal y peso) y
generalmente es por causa del no funcionamiento del cerebro o por algún
fallo cardíaco. ¿Qué sucede con quienes abandonan en fecha límite la
medida de presión? Si no resultaron dañados gravemente los órganos
vitales, la recuperación es posible. Pero nunca será absoluta, advierten
los entendidos. Trastornos crónicos en el aparato digestivo acompañarán
a los huelguistas el resto de sus días”(*). Quienes hicieron la huelga
de hambre esa primavera de 2012 nunca recibieron una supervisión medica
proveniente del Estado. Sólo la solidaridad de algunas y algunos
profesionales de la salud les ayudó a enfrentar las secuelas de la
huelga de hambre que hicieron.
Hoy, amenazas fiscales contra la
organización de familiares y víctimas de la masacre de Marina Kue
pretende querer detener esta justa lucha. Nada antes la ha detenido,
nada ahora la detendrá. Ya pagarán los poderosos por estos costos que
ahora cargan a nuestra cuenta.
Por Pelao Carvallo
6 de febrero de 2014
Asunción
(*) Solo por ser indios, Pedro Cayuqueo, Catalonia, Santiago, 2012
Fuente El Ciudadano