El
país que pretende ser potencia global, militar y petrolera, debe
enfrentar en año electoral y de Mundial de Fútbol, y el desafío que le
presentan los sectores populares que demandan inclusión y acceso a los
mismos bienes de los que disfrutan la mitad de los brasileños.
Brasil vive un periodo
complejo y contradictorio: por un lado se está convirtiendo en potencia
petrolífera global a partir de los descubrimientos de Petrobras
en la plataforma marítima, y se encamina a ser también una potencia
militar. Por otro, la calle arde desde las masivas manifestaciones de
junio, que se pueden repetir durante la Copa del Mundo de 2014.
En pocos días se fueron sucediendo
varias noticias que tendrán impacto importante este año. Brasil descartó
la compra de cazas estadunidenses de Boeing y eligió
equipar su fuerza aérea con aviones suecos; la estatal Petrobras anunció
que en 2013 instaló nueve grandes plataformas petrolíferas que lo
convertirán en el sexto productor mundial de petróleo.
Como contrapunto, se anunció la creación
de una fuerza de choque policial de diez mil efectivos para contener
las manifestaciones durante la Copa del Mundo. De este modo, el Estado
responde con la militarización de la protesta social, la otra cara del
campeonato de fútbol.
UNA POTENCIA PETROLÍFERA
El 21 de abril de 2006 Lula
inauguró la plataforma P-50 de Petrobras que elevó la producción a 1,9
millones de barriles diarios, lo que le daba al país autosuficiencia
petrolera (Folha de São Paulo, 22 de abril de
2007). En noviembre de 2013 la producción de petróleo fue de 2,08
millones diarios. Más que un estancamiento fue un retroceso ya que el
crecimiento de la demanda hizo que el país deba importar parte del
petróleo que consume.
En 2007 comenzaron una serie de
descubrimientos en la plataforma marítima, llamados pre-sal por estar
debajo de una capa de sal a más de mil metros de profundidad. Gracias a
esos descubrimientos Petrobras va a duplicar su producción para 2020,
colocándose entre los cinco mayores productores mundiales. Pero para
alcanzar esos objetivos debe realizar cuantiosas inversiones.
En los próximos doce años, hasta 2025,
será necesario invertir la friolera de 500 mil millones de dólares para
extraer y refinar petróleo. Entre todos los campos en explotación, al
finalizar la década se habrán instalado 40 plataformas marítimas o
unidades estacionarias de producción y cuatro nuevas refinerías, de las
cuales dos ya están en construcción, y se perforarán 800 pozos (Agencia Brasil, 3 de octubre de 2013).
El 75% del petróleo brasileño está en el
mar. Sólo en 2013 se instalaron nueve plataformas. Cada una de ellas
tiene un costo de unos 4 mil millones de dólares. Un comunicado de
Petrobras explica las características de la plataforma P-55, la última
instalada en la cuenca de Campos: procesa 180 mil barriles de crudo por
día y cuatro millones de metros cúbicos de gas; pesa 52 mil toneladas,
tiene 130 metros de altura y será anclada a 1.800 metros de profundidad;
está ligada a 17 pozos y tiene una tripulación de cien personas
(Agencia Petrobras, 1 de enero de 2014).
En 2014 serán licitadas once plataformas
más. Tienen helipuertos, auditorios, salas de televisión, gimnasios,
bibliotecas, piscinas y campos de fútbol. Construir una plataforma cada
cuarenta días, exigió inversiones de 50 mil millones de dólares lo que
están tensionando las finanzas de la empresa. Petrobras realiza 70 mil
vuelos mensuales en helicópteros para transportar a sus empleados a las
plataformas.
Extraer petróleo supone además levantar refinerías. Hay dos en construcción. El Complejo Petroquímico de Rio de Janeiro
supone una inversión de 13 mil millones de dólares para refinar 300 mil
barriles diarios a partir de 2016 y producir además resinas
termoplásticas como polietileno y polipropileno.
La otra refinería, Abreu e Lima en Pernambuco, iba a ser construida con PDVSA,
pero Petrobras desistió de la alianza porque la petrolera venezolana en
seis años nunca puso un dólar. Podrá refinar 240 mil barriles diarios,
tendrá un costo de 20 mil millones de dólares y comenzaría a funcionar a
fines de 2014.
El Instituto Internacional de Energía
(IEA por sus siglas en inglés) publicó en noviembre el informe
“Perspectivas para la Energía Mundial”. El país más destacado por el
informe es Brasil, porque “está a la vanguardia en exploración en aguas
profundas” y en energías que no provienen de los hidrocarburos, por sus
vastos recursos hidroeléctricos. Adelanta que para 2035 Brasil “se
convertirá en un importante exportador de petróleo y un importante
productor mundial de energía”, siendo responsable “de un tercio del
crecimiento de la oferta mundial de petróleo”.
Según las estimaciones de la IEA,
coincidentes con los proyectos anunciados por Petrobras, la producción
de petróleo de Brasil crecerá de los 2,1 millones de barriles diarios
actuales a 4,1 millones en 2020 y a 6,5 millones en 2035, lo que lo
colocará como el sexto productor mundial. La agencia de energía calcula
que para 2035 Petrobras será líder global con el 60% de la extracción
mundial de petróleo en aguas profundas.
La agencia agrega que para 2035 Brasil
será responsable del 40% del comercio global de biocombustibles, ya que
cuenta con tierras suficientes para expandir sus cultivos de caña de
azúcar para etanol, que cubrirán un tercio de la demanda interna de
combustibles para el transporte. “Brasil ya es el líder mundial en
energías renovables y está en camino de duplicar su producción de
combustibles renovables para 2035”, dice el informe, hasta el
equivalente de un millón de barriles diarios de petróleo.
UNA POTENCIA MILITAR
El anuncio del gobierno de Dilma Rousseff, el pasado 18 de diciembre, optando por los cazas suecos Gripen NG y descartando los F-18
de Boeing, fue una decisión de carácter estratégico en la que pesaron
cuestiones geopolíticas, técnicas y sobre todo la posibilidad de un
desarrollo del avión de combate entre Embraer y varias empresas brasileñas.
En 2001 el segundo gobierno de Fernando Henrique Cardoso
lanzó un programa para la modernización de la defensa aérea denominado
(FX), que en 2002 fue abandonado. En 2006 el gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva abrió una segunda fase denominada FX-2 y se propuso la compra de 36 cazas para sustituir los doce Mirage 2000 que se dieron de baja el 31 de diciembre de 2013.
La principal condición que se puso a las empresas ofertantes (Boeing, Dassault, Saab, Sukhoi y las tres empresas europeas fabricantes del Eurofighter)
fue la más completa transferencia de tecnología. La fuerza aérea
siempre aspiró a que los aviones fueran armados o construidos en las
instalaciones de Embraer, la tercera aeronáutica civil del mundo detrás
sólo de Boeing y Airbus, creada en 1969 a instancias de la propia
fuerza.
En setiembre de 2009 se produjo un hecho trascendental. El presidente francés Nicolás Sarkozy visitó Brasilia y se concretó la alianza estratégica entre ambos países. Brasil decidió comprar 50 helicópteros de transporte militar EC-725 de Eurocopter que se comenzaron a fabricar en la brasileña Helibras (subsidiaria de la europea EADS) que a partir del aparato 17 será enteramente producido en Brasil.
Además se acordó la construcción de cuatro submarinos convencionales y uno nuclear con tecnología de la francesa DCSN, que están siendo fabricados en la base de submarinos de Itaguaí, Rio de Janeiro, en asociación con la brasileña Odebrecht y la Marina.
La transferencia de tecnología permite que Brasil se haya convertido en
uno de los siete países capaces de fabricar submarinos nucleares (los
cinco del Consejo de Seguridad más India).
En aquel momento sólo faltó concretar la compra de los Rafale
de Dassault. Durante la visita de Sarkozy, Lula se encargó de anticipar
que la decisión estaba tomada y que el caza elegido sería el francés.
Sin embargo, debió recular porque la fuerza aérea se inclinaba por el
Gripen, mientras dejaba por el camino el Sukhoi 35 de Rusia y el Eurofighter (Folha de São Paulo, 5 de enero de 2010).
Los argumentos de los uniformados, cuyas
conclusiones finales llenaron 30 mil páginas, señalaban que el precio
del Gripen era sensiblemente inferior al F-18 y al Rafale (70 millones
de dólares frente a 100 y 140 respectivamente) y que el costo de la hora
de vuelo es la mitad que en las otras aeronaves.
Pero el punto que más destacaron es que
el caza sueco está en fase de proyecto, ya que es un desarrollo de
modelos Gripen aneriores, lo que le permite a la fuerza aérea participar
directamente en su desarrollo.
También pesaron cuestiones geopolíticas como las revelaciones de espionaje de Edward Snowden, los desacuerdos en relación a Irán (Brasil y Turquía habían llegado en mayo de 2010 a un acuerdo con Teherán para evitar la intervención militar que fue cuestionado por la Casa Blanca) y el episodio del bloqueo al avión presidencial de Evo Morales apoyado por Francia.
El acuerdo prevé la compra de 36 cazas
por 4.500 millones de dólares, pero se estima que Brasil necesitará
adquirir en la próxima década hasta 120 cazas. A partir del quinto avión
todos serán montados en Brasil. Pero lo más interesante es que, como
señaló el comandante de la fuerza aérea Juniti Saito, “tendremos el 100 por cien de la propiedad intelectual de los cazas” (Valor, 19 de diciembre de 2013).
Además detalló la diferencia con las
otras opciones: “Una cosa es transferir tecnología de un equipamiento
terminado, donde usted recibe explicaciones sobre lo que debe hacer, y
otra es que usted desarrolle el avión” (Estado de São Paulo, 19 de diciembre de 2013).
La participación brasileña será del 40%
en el total del avión, que se elevará al 80% en la estructura de la
aeronave, en particular en la construcción del fuselaje y las alas. El
aspecto más polémico es la turbina que pertenece a la General Motors, una firma estadunidense, aunque el ministro de Defensa Celso Amorim destacó que el tema no es importante porque la turbina “no es desde el punto de vista técnico, el corazón del avión” (Jornal do Brasil, 18 de diciembre de 2013).
Por último, una cuestión que importa a toda la región: “En la propuesta quedó establecido que todo el mercado de América del Sur, África
y otros países donde Brasil tenga penetración de ventas, será nuestro”,
dijo Saito con una sonrisa (Estado de São Paulo, 19 de diciembre de
2013). La fuerza aérea brasileña puede convertirse en proveedora de
aviones de combate de última generación a toda la región, en el marco de
la Unasur y el Consejo de Defensa Suramericano.
LA MILITARIZACIÓN DE LOS POBRES
Los primeros días del año se supo que la Fuerza Nacional de Seguridad Pública,
integrada por 12 mil policías militares, será la encargada de controlar
y reprimir las manifestaciones que se pueden producir durante la Copa
del Mundo.
Según el director de la Fuerza, coronel Alexandre Aragon,
está en condiciones de actuar simultáneamente en las doce ciudades
donde se jugarán partidos. Los policías están formados en “doctrinas de
acciones de choque” a través de un entrenamiento diferenciado para
misiones especiales (O Globo, 3 de enero de 2014).
La militarización de los alrededores de
los estadios de fútbol es la lección que han sacado las autoridades de
las protestas masivas que se produjeron en junio de 2013 durante la Copa
de las Confederaciones. Fueron una completa sorpresa: millones de
manifestantes ocuparon las calles en 340 ciudades y consiguieron
revertir los aumentos del precio del transporte en más de cien ciudades.
A partir de aquel momento, nada volvió a
ser igual. Una nueva juventud contestataria sigue en las calles
demandando el derecho a la ciudad y la democratización de la vida
urbana, lo que sólo se puede conseguir poniendo límites a la
especulación y a las grandes obras que demandan eventos como el Mundial
de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016 en Rio de Janeiro.
Una de las consecuencias que tuvieron las masivas movilizaciones de junio, y el trabajo que vienen haciendo hace décadas el Movimento Passe Livre
(MPL), los diversos movimientos de sin techo y los comités contra la
copa del mundo, es que amplios sectores de la juventud han vuelto a las
calles, incluso los jóvenes pobres de las periferias urbanas que raras
veces participan en protestas.
Diciembre fue el mes de los “rolezinhos” en São Paulo: decenas o cientos de jóvenes pobres y negros entran cantando funk ostentación y bailando a los shoppings, se mofan, se besan, escandalizan a las clases medias consumistas[1]. Los guardias los expulsan y algunos van a comisaría.
Si no robaron ni consumían drogas, se pregunta la periodista Eliane Brum, “¿por qué la juventud negra de las periferias del Gran São Paulo está siendo criminalizada?” (El País-Brasil,
23 de diciembre de 2013). En el imaginario nacional, sostiene, para los
jóvenes pobres divertirse fuera de los límites del gueto y desear
objetos de consumo es algo transgresor, porque “los shoppings fueron
construidos para mantenerlos del lado de afuera”.
Las clases medias consideran a los
jóvenes funk como “delincuentes”, “prostitutas” y “negros” (en sentido
despectivo). El funk de ostentación evoca el consumo de lujo, el dinero y
el placer, sus letras y clips retratan jóvenes con chicas semi-desnudas
en coches de lujo. Lo que molesta, dice Brum, es que al ocupar los
shoppings la juventud pobre y negra no sólo se apropia de los valores
simbólicos de las clases medias “sino también de sus espacios físicos”.
El analista político André Singer
sostuvo que el movimiento juvenil en torno a los locales de consumo es
un mensaje claro a la sociedad: “Existimos y queremos tener el derecho
pleno a participar en esta sociedad, sea del modo que sea” (Folha de São
Paulo, 11 de enero de 2014). No quieren más ser excluidos. Lo dicen de
un modo diferente a como lo dijeron las clases medias en junio en las
grandes avenidas.
Alexandre Barbosa Pereira, profesor de la Universidad Federal de São Paulo
e investigador de las culturas de las periferias paulistas, dice con
ironía: “Si fuese un grupo numeroso de jóvenes blancos de clase media,
como sucedió varias veces, sería interpretado como un flash mob”
(El País-Brasil, 23 de diciembre de 2013). Pero las clases medias no
pueden ver a los jóvenes pobres sino como ladrones, quizá, dice, “porque
les están robando el derecho exclusivo a lo que ellas consumen”.
Consultado sobre la relación entre los
rolezinhos y las manifestaciones de junio, Pereira estima que hay un
vínculo indirecto en base a “la reivindicación común del uso del espacio
público y del quiebre de las marcas de segregación”. En adelante el uso
del espacio público estará tensionado por la aparición de nuevos
sujetos que, en los hechos, cuestionan la hegemonía de la especulación
inmobiliaria en las ciudades.
Los jóvenes de las periferias urbanas
comenzaron a movilizarse. Lo hacen a su manera, bien diferente a los
estilos de las clases medias universitarias, de los trabajadores
sindicalizados y también de los campesinos sin tierra. Durante un tiempo
serán criminalizados y masacrados, como viene sucediendo. Pero en algún
momento pueden confluir con otros sectores sociales y crear un potente
movimiento contra el sistema.
Por Raúl Zibechi
Analista internacional del semanario Brecha de Montevideo, docente e investigador sobre movimientos sociales en la Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor a varios grupos sociales. Escribe el Informe Zibechi cada mes para el Programa de las Américas (www.cipamericas.org/es).
25 / enero / 2014
[1] Sobre el funk contestación puede verse el video que propone el artículo de El País.