Punto Final
“Busqué a mi hija durante 35 años… Ahora sé que me la mataron”, dice Laurisa Rosales, 83 años, madre de Jenny Barra Rosales, estudiante de enfermería de la Universidad Católica y militante del MIR, detenida desaparecida desde el 17 de octubre de 1977. “Pepona”, como le llamaban sus compañeras de liceo, habría cumplido 59 años el pasado 27 de octubre. Su velatorio se efectuó en la casa familiar, en San Bernardo. El sábado 10 de noviembre su funeral será en el Memorial de los Detenidos Desaparecidos y Ejecutados Políticos en el Cementerio General.
La familia sufrió
hace poco otra dolorosa pérdida. En 2010, mientras estaban de vacaciones
en Pelluhue, a consecuencia del maremoto el pequeño Alonso, de ocho
años, fue arrastrado por el mar junto a su abuela Laurisa. Ella fue
encontrada al día siguiente, entre barro y escombros.
BUSCANDO A JENNY
En 2001, en un pique de la mina Los Bronces en la Cuesta Barriga, se
encontraron fragmentos de restos humanos. Pruebas de ADN nuclear y
mitocondrial, encargadas por el Servicio Médico Legal (SML) al
Laboratorio Gerichtsärzte de la Universidad de Innsbruck, en Austria,
indican con un 99,99% de certeza que algunos restos corresponden a la
estudiante Jenny Barra.
Detenida en 1974 por militares de la
Escuela de Infantería de San Bernardo, Jenny pasó por la tortura en
Cerro Chena, Tejas Verdes y Tres Alamos, antes de llegar a la
Correccional de Mujeres. En prisión continuó sus estudios y recuperó su
libertad después de ocho meses. En octubre de 1977 agentes represivos la
vigilaban. No hay testigos de su detención, pero fue vista en un
automóvil Peugeot 404 con patente de Renca. Un preso político, José
Tobar, declaró que lo torturaron durante tres semanas en un lugar
desconocido y le mostraron fotos de mujeres, entre las cuales vio la de
Jenny. “Sentí el interrogatorio que hacían a una mujer, pudiendo
identificar su voz como la de Jenny Barra”. Se acreditó judicialmente
que la patente del auto donde fue vista Jenny pertenecía al Ministerio
de Defensa.
En noviembre de 1977, la familia interpuso un
recurso de amparo. El ministro del Interior, general Raúl Benavides, y
el prefecto Juan Salinas, informaron “no registrar antecedentes”. Aunque
no se había agotado la investigación y existían diligencias pendientes,
en mayo de 1978 la justicia declaró cerrado el caso. “La amnistía ha
extinguido la responsabilidad penal”, señaló el juez. Aunque la Corte de
Apelaciones revocó la resolución, en junio de 1979 se cerró nuevamente
la investigación. En mayo de 1980, la familia Barra Rosales interpuso
otra querella, por el delito de secuestro y en julio de 1981, el
tribunal cerró el sumario sin culpables.
A fines de octubre
pasado, la ministra de la Corte de Apelaciones de San Miguel, Soledad
Espina, y el director nacional del SML, doctor Patricio Bustos Streeter,
dieron a conocer a los familiares de Jenny la identificación certera de
algunos de sus restos óseos. “Jenny Barra es la primera detenida
desaparecida identificada por análisis de ADN nuclear y mitocondrial.
Entre 2007 y julio de 2012 se ha informado a tribunales y a las familias
de 122 identificaciones: 51 en el Patio 29, 14 en Lonquén, 4 en Cuesta
Barriga, 12 en La Moneda, y otras”, dice el doctor Bustos. En Cuesta
Barriga se encontraron fragmentos óseos y algunas piezas dentales,
restos degradados y contaminados por sulfato de cobre. “En abril de
2005, por recomendación pericial, se determinó por parte del ministro en
visita no proseguir con los análisis genéticos de modo de preservarlos
para posteriores análisis con una hipótesis de identidad más certera. En
2010 se hizo una nueva selección de muestras genéticas que fueron
enviadas al laboratorio de Austria”, agrega Bustos. “La que logra la
identificación es la genética, pero también hubo un trabajo de
antropología, odontología y medicina, que logró quebrar la mano a la
operación de encubrimiento más grande en la historia de Chile: la
operación ‘Retiro de Televisores’ que significó deshacerse de los restos
de los detenidos desaparecidos y arrojarlos al mar. Desde que se
encontraron restos óseos en Cuesta Barriga, hemos identificado a seis
personas. Es muy difícil que encontremos cráneos, fémures u otras
osamentas de un esqueleto. Sin embargo, de restos pequeños ha sido
posible extraer ADN. Y gracias a la lucha de las familias tenemos un
banco de más de 3.500 perfiles genéticos de víctimas de la dictadura
cívico-militar”, agrega el director del SML.
“Las osamentas en
Cuesta Barriga se encontraron en 2001. Luego se hizo el estudio previo a
la selección de los restos para enviarlos a un laboratorio extranjero
acreditado, que es un compromiso que asumimos desde 2006, cuando
ocurrieron los problemas con identificaciones en el Patio 29 del
Cementerio General”. El doctor Bustos relata que la ministra Espina
informó a la familia de Jenny los resultados de la investigación. “La
señora Laurisa exclamó con lágrimas, pero también con mucha entereza:
‘¿Dónde están los asesinos?’”.
SU SEMILLA HA GERMINADO
“No pensaba que me iban a entregar unos huesitos… Son dos huesitos los
que encontraron. Pensaba que la habían encontrado de otra manera. Hace
veinte años, creía que iba a aparecer viva”, dice Laurisa Rosales. “Nos
llamó la jueza... Definitivamente era mi niña… Lo investigaron en un
laboratorio afuera. Dijo la jueza que era Jenny cien por ciento. Yo la
busqué desde el día que desapareció… Después del golpe militar estuvo
ocho meses detenida. Como no le comprobaron nada, siguió estudiando
enfermería. El 17 de octubre de 1977 la vieron en la universidad y en la
Plaza Guarello, donde unas amigas. Pero no volvió a casa. Vinieron de
la universidad a decir que no asistió a clases. Les avisé que estaba
desaparecida. Pasaron los días y los meses y los años, y nada se supo
hasta ahora”, agrega. “La busqué en todas partes, en San Bernardo, en
Santiago. Jenny estudiaba y militaba en el MIR. No sé cómo le alcanzaba
el tiempo… Va a ser muy doloroso para nosotros cuando la dejemos en el
Memorial”. Laurisa Rosales señala: “Participo en la Agrupación de
Familiares de Detenidos Desaparecidos, en el conjunto folclórico, y
buscando niños y niñas desaparecidas. Y seguiré en esto porque mientras
haya detenidos desaparecidos las mamás y abuelas vamos a buscarlos, es
un compromiso… No sé cómo mataron a Jenny. Si la torturaron o qué le
hicieron esos asesinos y canallas. Querían hacer desaparecer a toda la
Izquierda. Mi hija estudiaba en la Universidad Católica becada por el
presidente Allende. No teníamos medios para mandarla a estudiar a
provincia, para que comiera y se vistiera, y por eso la dejamos en
Santiago...
De niña le gustó la enfermería; le ponía
inyecciones a las muñecas. Ya estaba por recibirse y trabajaba con
pediatras haciendo la práctica. Quedó marcada cuando fue presa política.
La seguían, la vigilaban”, dice. La buscó en Cuatro Alamos y Villa
Grimaldi. “Parece que estuvo ahí. Recorrí todos los lugares con la
Agrupación, preguntando. Esos canallas hicieron tantas barbaridades. A
una señora embarazada la colgaron de un árbol en Villa Grimaldi, y la
hicieron abortar a golpes… Ahora tengo un poco más de tranquilidad. Por
lo menos tengo dónde ir a dejarle una flor, a rezarle, porque ella era
católica… Pero son sólo dos huesitos, el resto lo hicieron polvo… Vamos a
hacer un velorio, un acto y una marcha. Desde nuestra casa iremos al
Memorial del Detenido Desaparecido”, agrega.
“Mi hija era muy
estudiosa, tenía 23 años. Estudió en el Liceo de Niñas de San Bernardo.
Con un grupo de amigas salían a rayar las murallas. La directora las
denunció y los milicos las tomaron presas. Ingresó al MIR porque siempre
estuvo muy cerca de ese partido. En el liceo ya participaba en el FER.
Hacía trabajo en poblaciones, tenía inquietudes sociales, le gustaba. Le
dije que se fuera del país, no me hizo caso. En ese tiempo yo no sabía
de política. Hoy siento alivio pero también amargura y rabia. La jueza
se emocionó también: ‘Yo sé que es muy fuerte para usted, señora, pero
esta es la verdad’, me dijo. Una no se repone nunca de este dolor. Llevo
35 años buscándola… ¡Tanto que he llorado a esta niñita! Ya no tengo
lágrimas que llorar. Se la llevaron y la asesinaron nada más que por sus
ideas”.
Ricardo Barra, hermano de Jenny, recuerda: “Era una
joven muy consecuente con lo que sentía, con sus principios; autodidacta
en muchas cosas, muy libre… Fue líder y por eso no pasó inadvertida. En
la universidad también tuvo protagonismo. Participó en movimientos
sociales. Ahora es muy reconocida por muchas personas que supieron de su
trabajo. Gran parte de su vida luchó por los demás. Lo que pasaba en
Chile, y el futuro, eran muy importantes para ella. Participó en
trabajos poblacionales en Lo Hermida, en ollas comunes, construyó casas
en trabajos voluntarios, techaba mediaguas, hacía zanjas en invierno.
Varios trabajadores que he tenido, ahora que soy contratista de la
construcción, la conocieron. Me dicen: ‘Sí, yo la conocí. ¿Era hermana
tuya? Ella me enseñó a leer’… Esa es su semilla”, dice visiblemente
emocionado.
Cuenta que en estos años han aprendido mucho de
ella, a través de compañeros de universidad y del MIR. “Jenny se entregó
a un ideal y cayó en manos asesinas… Días antes de desaparecer la
seguían en un auto. Se lo dijo a mi madre, pero no le dio mucha
importancia. ‘Es normal, quieren amedrentarme’, dijo. De su secuestro no
hay testigos, pero sí después, de donde estuvo detenida. La vieron en
un vehículo, llorando. Se acercó un suboficial mayor en retiro de
Carabineros, hoy fallecido, porque vio ‘una niña llorando’, y los
agentes se identificaron como de Investigaciones, que ‘andaban haciendo
una redada por drogas’. Ahí secuestraron también a Hernán Pérez Alvarez,
que desapareció dos días después. Supuestamente, Jenny estuvo en Villa
Grimaldi y otros centros de tortura. Hay gente que estuvo detenida con
ella”. Relata que fueron vigilados durante muchos días por agentes.
Algunos se identificaban como policías de Investigaciones: “Pero no se
podía saber si era cierto. Llegaban a cualquier hora. Nos allanaban a
cada rato. Revisaban el dormitorio. Querían encontrar información… A
Jenny también la vieron en un microbús. La Dina los paseaba para detener
a quienes ellos pudieran reconocer. Cuando un agente estuvo acá
diciendo que Jenny estaba bien, justo en ese momento nos visitaba una
asistente social de la UC, y el tipo se puso nervioso y se fue
rápidamente. Ese agente tiene estrabismo en un ojo. Hace pocos meses el
Departamento Quinto de Investigaciones nos llamó a reconocer
fotografías. Ya se sabe quién es y que era de la Dina”, agrega.
Susana Barra, la hermana menor, agrega: “Nuestro padre, Sergio Barra,
fue obrero panificador; nuestra madre, Laurisa Rosales, dueña de casa.
Jenny se crió en un hogar humilde, de mucho esfuerzo. Nos inculcaron
valores y que debíamos estudiar una profesión. Pienso que eso marcó a mi
hermana: una familia de varios hermanos y un hogar más bien pobre.
Siempre destacó en sus notas y estudió en el liceo de niñas hasta 4º
medio. Allí participó en el Frente Estudiantil Revolucionario. La
directora la denunció como ‘subversiva’ en 1974, a ella y sus
compañeras. Las detuvieron los boinas negras de San Bernardo. Pasó por
centros de tortura. En la Universidad Católica mantuvo su compromiso
social. Integró el MIR y trabajó en San Bernardo y en Barrancas. Cuando
desapareció yo tenía 8 años, pero me acuerdo de todo. Yo era su
regalona. Me enseñó a leer. Me regaló libros. Siempre me estimulaba. Me
hizo estudiar guitarra. Era muy buena, muy suave. Cumplimos 35 años de
búsqueda. Acompañé a mi madre, compartiendo un dolor que se ha
traspasado a todos nosotros, y ahora a nuestras hijas e hijos. Su
sensibilidad social la llevó a darlo todo, incluso la vida. Es un
ejemplo de joven mujer revolucionaria”.
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 770, 9 de noviembre, 2012