Seguramente
muchos de los que acostumbran pasar un par de horas al día entre
troncales, alimentadores y estaciones del Metro han sufrido
decepcionantes experiencias, han concluido en caliente que no queda
mucho por hacer, aunque luego se han rehecho y decidido que se debe
seguir trabajando para que el pueblo, los mas privados de todo, logren
en algún momento desarrollar su conciencia de clase y se pongan a la
cabeza de la lucha por cambiarlo todo. Yo también tuve un día de esos.
Todo
parte generalmente muy temprano en la mañana, en una atestada micro del
alimentador G 22 (me han contado que en todas se repite la misma escena
que aquí relato), servicio donde los conductores tienen muchas agallas
para gritar a ancianas y jóvenes estudiantes pero se quedan mudos ante
la prepotencia de quienes no validan su pasaje. Podrán estos infractores
tener muchas y validas razones para no usar su BIP, pero eso no les da
derecho a faltarle el respeto e incluso amenazar a quienes no aceptan
ser “prensados” en el microbus y reclaman un mínimo de consideración.
Un
mar de gente se mueve para allá y para acá. Nadie parece fijarse en el
que va al lado o delante. Caballazos, empujones y palabras soeces, que a
veces se transforman en invitación a pelear ahí mismo, son el pan de cada día. No importa si es un anciano, un inválido una mujer embarazada
o un pequeño o pequeña, el ciudadano avanza sin mirar, avasalla hasta
toparse con otro avasallador. Lo único que importa es avanzar a como de
lugar.
Si
algo puede graficar a esa masa casi inexpresiva, son los audífonos
ensartados en sus oídos, aunque también compiten por este honor quienes
hablan a todo pulmón por el celular y los que llevan la música a todo
volumen, seguramente pensando que ésta es del agrado de todos quienes
les rodean.
No es una exageración decir que lo peor está por pasar.
En
efecto, cuando se llega al gran espacio habilitado para comprar boleto o
cargar tarjetas, una serie de filas ponen la alerta, aunque no todas
son para esta operación. Cientos de personas avanzan hacía adelante, una
detrás de otra, en cualquier dirección, pensando seguramente en la
meta, que es el sector de torniquetes.
Hace
un tiempo se me ocurrió expresar en voz alta mi descontento, no obtuve
mas respuesta que la dura voz de un guardia en mi oído conminándome a
“no sublevar a la gente o me llevaría detenido”. Confieso que estuve un
par de semanas viajando calladito, pero muy luego comencé nuevamente a
reclamar por mis derechos y los de los demás. Así me sorprendió este
día, el primer día de Abril del 2012.
Se
ha hecho muy común la “falla técnica” para explicar todo lo malo que
pasa en el Metro. Mientras periódicamente suben la tarifa, más aumentan
las fallas técnicas y con ellas las aglomeraciones y los problemas.
Seamos justos. No son muchos los que reclaman por esto, bueno si lo
hacen por Internet u otras redes sociales, pero “in situ” son contados y
aquí les entrego una prueba de ello.
El
problema en esta ocasión parece ser mayor y se repite cada cierto
tiempo por los parlantes la clave que suspende el paso de gente al
andén. Fácilmente superamos el millar quienes esperamos, moviéndonos
como animalitos camino del matadero, o sea hacía adelante o al lado,
presionando a los otros, resollando.
No
éramos mas de 10 los que reclamamos contra este atropello, y al minuto
ya estábamos golpeando palmas. Para ser honestos, no nos siguió la masa,
lo mas claro que escuchamos fue un ¡déjense de guevear! Y algunas
risitas cómplices.
La
aglomeración crece, el silencio se mantiene, ya comienzan a ocuparse
las escaleras pero pocos, casi nadie reclama, todos están entregados a
lo que les ingresa por los audífonos ensartados en sus oídos.
Al
grupo de descontentos se unen varias señoras, no solo golpeamos palmas,
también exigimos a grito pelado mas respeto y mejor servicio. Seguro
somos ya mas de 50 y la bulla crece, hasta que otro tipo grita por allá
“cállense viejas de mierda”. Los gritos subieron de tono pero duraron
poco, hasta que otra persona mas allá dijo “pa’ que reclaman si ya
estamos cagados”.
Luego
de casi 30 minutos pudimos ingresar a la estación y volver a ser
bestias arreadas para entrar a un carro. Ahí, en ese espacio pequeño,
muchos de los que guardaron silencio mientras unos pocos protestamos,
ahora se pelean de palabra, se empujan, llegan hasta a los manotazos y
¡se escupen!, hasta que son sacados por guardias.
La gran mayoría, vale decirlo, continuó cautiva de sus audífonos, mirando hacía la nada fuera del carro o agacho la vista.
Me
han dicho que pasa lo mismo en muchas estaciones, que en algunos casos
se van a los golpes. Los de afuera y los de adentro de los carros del
Metro, son dos bloques irreconciliables que se han declarado la guerra y
que no transaran por imponer sus condiciones.
De
vez en cuando, muy de vez en cuando, algunas decenas de personas se
sublevan en la parada de algún troncal. Algunas decenas, cuando
debiéramos ser miles los que dijéramos ¡BASTA! A este trato indigno.
Quien
tiene la culpa de esto?. Primero los usuarios por permitir que suceda.
Luego aquellos que viven hablando a nombre del pueblo, pero que no hacen
nada para que realidades como esta de la locomoción colectiva cambie.
También tenemos velas en este entierro los que militamos en
organizaciones políticas y sociales, que no hacemos lo suficiente por
educar a la gente y prepararla concientemente para que haga una opción
social y trabaje por ella.
Desde la población, el barrio, la villa hay que exigir a los municipios ,mejores calles, mas microbuses.
Los
trabajadores deben entender que este problema se debe enfrentar desde
la organización y que ésta se llama Sindicato. El Sindicato tiene la
obligación de presentar proyectos de contrato colectivo y en estos
instalar entre otros puntos irrenunciables el bono de locomoción y la
movilización de acercamiento
Tiene
que conversar con los Sindicatos de chóferes, de funcionarios del Metro
y de conjunto buscar respuestas, y presentar alternativas.
Quienes
viven escribiendo sobre la explosión social que se acerca, los mismos
que están desesperados buscando a “la figura” que guíe el piño y que
semana a semana exponen que estamos casi listos para tomar el palacio de
invierno, deben ir mas a estos lugares de concentración popular y
ayudar a desentrañas este acertijo. ¿Cómo, como es posible que sean
tantos los momentos de humillación y casi no haya reacción popular?.
Educar, Organizar y Luchar sigue siendo la tarea. La principal tarea a la que hay que meterle el diente de una buena vez.
MANUEL AHUMADA LILLO
Presidente C.G.T CHILE






