sábado, 3 de mayo de 2014

La bio-reconstrucción se abre camino entre escombros, burócratas y militares


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El pueblo picunche denomina como Alimapu la geografía en que actualmente viven los porteños. “Aling” significa fiebre, “Mapu” es tierra. Como la bahía mira hacia el norte, cualquier chispa encendida puede ser multiplicada por el viento sur que baja a 70 km/h entre las quebradas cada tarde. Este fenómeno lo advirtieron los antiguos que optaron por instalarse en la desembocadura del río Aconcagua (Con-Con) lejos de la peligrosa “tierra con fiebre”.

Pero tras cinco siglos de porfiado asentamiento, tales recomendaciones ancestrales hoy solo sirven como explicación del fenómeno. Gran parte de las familias quieren mantenerse ahí donde sus abuelos construyeron a pulso cada pieza, baño y cocina. Entre los escombros cuelgan carteles con el apellido de un clan junto a la dirección y el teléfono correspondiente a su propiedad. “Familia Valdés-Castro y Valdés-Torres”, “Familia Monroy-Ríos”, “Casa de los Leiva-Fuentes”, y así.
Con miradas dulces los vecinos agradecen la ayuda, incluso a esos jóvenes militares que dedican las horas a observar fusil en mano como bajan los camiones llenos de cemento quebrado. El arroz, el agua embotellada y la ropa siguen llegando, pero lo que más urge a los ocho mil afectados es reconstruir sus hogares antes del desembarco de las primeras lluvias.

Es por esto que el carpintero Alberto Moya, oriundo del cerro Merced, aceptó la propuesta de un grupo de voluntarios de levantar su casa con técnicas de bio-construcción. “Entre esperar lo que decide el gobierno y lo poco que se mueve el alcalde, me la jugué por los chiquillos que a puro ñeque dan el ejemplo aquí”, asegura Moya.

Todo comenzó cuando la agrupación de arquitectos denominada La Minga -que nace al alero del taller de bio-construcción realizado por Gernot Minke en Olmué durante marzo pasado-, llegó al terreno con una carpeta que contenía el dibujo de una especie de conteiner de 40 metros cuadrados con paredes de barro, más un presupuesto que resumía en 850 mil pesos el costo total del trabajo.

A Moya le pareció interesante pero eso del costo le tupió las ganas. La joven arquitecta, ex colaboradora de Un Techo Para Chile, Carolina Moraes en seguida remató con la guinda: “Usted no tiene que pagar nada, podemos conseguir todo con donaciones”.
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Se dieron la mano, midieron el terreno y durante la noche Moraes ingresó a Facebook para crear el grupo llamado Minga Valpo desde el cual masificó el llamado a participar de un taller de bio-construcción con pallets, fardos de paja y barro en el Cerro Merced para el sábado 19 de abril.

“La respuesta de los jóvenes nos sobrepasó. Llegaron más de cuarenta, nos faltaban herramientas, nos faltaba espacio, y sobre la marcha echamos a andar la cosa”, cuenta Moraes quien pidió a cada voluntario una donación de 20 mil pesos para costear las vigas centrales que sostienen el techo. Además para los fardos de paja consiguió ofrendas de campesinos avecindados en los cerros.

El adobe no es escombro

Entre los habitantes y voluntarios del cerro Merced se corrió la voz rápidamente. En la esquina de Catrileo con Talquén están reciclando adobe. Poco a poco los maquinistas contratados por el municipio para bajar escombros hasta el Plan, fueron llegando con ladrillos de adobe para la aplicación de la nueva técnica en curso. Luego llegaron vecinos con carretillas cargadas, y hasta un par de cadenas humanas sirvieron para amontonar este material que funciona como base de la construcción ecológica.

Una vez recopilados, estos bloques de adobe se trituran lo más posible para ser filtrados por una rejilla de alambre conocida como “arnero”. El montón de tierra fina obtenida es mezclada con la paja y el agua. Así en pocos minutos se consigue la composición de adobe reciclado con el cual son cubiertas las paredes.

Para las murallas, los jóvenes ocupan pallets de madera que, al ser rellenados con fardos de paja, forman una especie de galleta oblea de un metro cuadrado. Estos paneles son clavados a una estructura mayor compuesta por vigas de pino radiata que integran los nueve metros de largo por cuatro de ancho que dan vida a la casa.

El adobe va cubriendo la estructura. Con la mano se lanzan puñados de barro a los pallets, luego se aplasta y pega con detallada precisión hasta lograr uniformidad. Una vez seco el barro, se le adhiriere otra capa mezclada con baba de tuna y aceite de linaza. Esto último le otorga propiedades impermeables a la muralla.

La idea inicial del proyecto consistía también en agregar un sistema que transforma los desechos humanos en abono para tierra de cultivo y un techo con cobertura orgánica que tiene la gracia de climatizar el ambiente interior.  Pero ambas ideas fueron descartadas. La primera porque Alberto Moya no quiere perder el hábito de tirar la cadena, y lo segundo porque se decidió solucionar la falta de agua con un sistema para recolectar las lluvias que se avecinan por medio de un techo especial al estilo Earthship[1].

Esta obra se suma a la iniciativa levantada por voluntarios en el Cerro La Cruz para la construcción de un comedor comunitario que pueda albergar a personas durante las próximas lluvias. En este proyecto las murallas están siendo forjadas por medio de una empalizada de coligue a la que se entrelazan ropas viejas. 

Luego se le adhiere la quincha, mezcla de barro con caca de vaca y aceite de linaza, para solidificar las paredes.

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Ejemplo para la reconstrucción

Si bien estas técnicas forman parte de la cultura precolombina, la inspiración de estos jóvenes viene motivada también por actuales estudios que han demostrado la necesidad de cambiar el paradigma arquitectónico mercantil por una conciencia global basada en la permacultura: Método que agrupa los conocimientos necesarios para habitar el planeta de manera sustentable, en armonía con los procesos de la naturaleza y que promueve el cooperativismo como pilar de la producción económica.

Durante marzo del 2014 el arquitecto alemán Gernot Minke, uno de los arquitectos fundadores de este nuevo pensamiento, anduvo por San Pedro de Atacama, Olmué y Santiago. Esta visita ayudó a fortalecer vínculos entre las diversas agrupaciones que estudian e imparten la bio-construcción en el país.

“Cada geografía tiene sus propios materiales y con esos hay que experimentar. En Chile he notado que la gente usa el limo (arenilla de los ríos) y la arcilla de los cerros. Usan la baba de tuna para impermeabilizar y las varas de coligüe en diagonal para empalizar los muros. Además que manejan madera milenaria para las vigas. Ustedes deben aprender de sus propios materiales para prosperar”, explicó Minke en uno de los talleres realizados en Olmué[2].

Tanto la Minga Valpo como la experiencia en el Cerro La Cruz, además de solucionar las urgencias de las familias afectadas por el incendio, son proyectos que vienen impulsados por un motor de cambio a largo plazo. Todo es parte de una gran escuela que pretende dar solución a los graves problemas de hacinamiento humano, explotación laboral y devastación geográfica que vive Chile. Tal vez hoy no rinda mayores frutos, pero la experiencia obligará a cada voluntario a asumir la responsabilidad de enseñar con alegre disciplina los pasos aprendidos.

Y así mismo lo asume Jorge Moya, hijo de Alberto, quien se siente orgulloso de haber recibido la aplicación de estas técnicas en el Cerro Merced: “Es una manera antigua remodelada con aspectos sustentables. El cemento es contaminante, al igual que gran parte de los materiales con los que se construye hoy en el país. El adobe, en cambio, hace que la casa respire y se mantenga en equilibrio térmico. A mi parecer este modelo es ejemplar para la reconstrucción”.

“Con la propia arcilla y tuna del cerro vamos a levantar tres casas en una primera etapa, para luego ver la posibilidad de continuar según lo quieran los vecinos. Es un proceso de aprendizaje que luego los voluntarios pueden aplicar en otros sitios. Además recibimos donaciones de herramientas y materiales”, explica la arquitecta Moraes a quien se le puede contactar directamente por medio del sitio www.moraes.cl.

La construcción seguirá durante los próximos meses a la espera de voluntarios que deben inscribirse en el sitio de Facebook llamado Minga Valpo o al correo mingavalpo@gmail.com.


Foto: Felix Pó

[1] Earthship Chile en Facebook
[2] Para acceder a los libros y manuales elaborados por Minke, ingresar a www.reverdeciendo.org