Lo que en estos días está en el centro de la cuestión en Venezuela no es ni la falta de democracia en ese país ni las restricciones a la libertad de expresión.
Respecto del supuesto “déficit
democrático del régimen venezolano” los hechos hablan por sí solos:
desde 1998 se han realizado en el país cuatro plebiscitos de carácter
nacional, cuatro elecciones presidenciales y once elecciones
parlamentarias, regionales y municipales. Es el país latinoamericano con
el mayor número de elecciones y esto con un sistema electoral
automatizado (muchísimo más moderno que el chileno) calificado por Jimmy
Carter, quien ha monitoreado 92 elecciones en todos los continentes,
como “el mejor sistema electoral del mundo” (http://www.globalatlanta.com/ article/25788/carter-praises- venezuela-scolds-us-on- electoral-processes/).
En cuanto al segundo argumento que se
repite con insistencia, la supuesta falta de libertad de expresión y de
prensa en Venezuela, nuevamente los datos hablan por sí mismos: el 80
por ciento de los medios son privados; los tres diarios de alcance
nacional (El Universal, El Nacional y Ultimas Noticias) son opositores
al gobierno, especialmente los primeros dos, y concentran el 90% de la
lectoría. De los cuatro canales de televisión abierta con cobertura
nacional, tres de ellos (Venevisión, Globovisión y Televén) son de
oposición y concentran, asimismo, el 90% de la audiencia, de acuerdo a
los datos de la empresa de medición de audiencia A.G.B. En ese sentido, y
de acuerdo a los criterios de las Naciones Unidas, la libertad de
información en Venezuela es, sin ninguna duda, mayor y mejor que la
chilena pues en el país caribeño la diversidad en la propiedad, la
diversidad en los tipos de medios (públicos, comerciales, comunitarios) y
en los discursos -que son los tres principales criterios que mide la
Unesco- es muy superior a la chilena. Cualquiera que compare
objetivamente, es decir, con datos (indicadores, mediciones, escalas,
etc.) la realidad mediática chilena con la venezolana verá que nuestro
país se encuentra en una situación muchísimo más precaria y poco
democrática.
Lo que sí está en juego hoy es el tipo
de oposición que la derecha venezolana, (agrupada en la M.U.D.) será en
los próximos años. Qué relación tendrá la MUD con el gobierno del
presidente Maduro luego de las elecciones de diciembre, es una situación
nada clara aún y esto ha provocado tensiones internas que explican, en
gran medida, las violentas movilizaciones de los últimos días.
Para entender el actual momento hay que
recordar que hace 10 semanas (el 8 de diciembre), el chavismo lograba
una contundente victoria electoral en las elecciones municipales: a
pesar del voto voluntario y de la histórica tendencia a la abstención en
comicios locales, hubo un 60% de participación; el chavismo logró 10
puntos porcentuales más de votos que la MUD y logró ganar en 242
alcaldías, mientras la derecha obtuvo 75 alcaldes. Estos inesperados
resultados para la oposición significaron el fracaso de su estrategia
iniciada en abril de 2013 de desconocer la legitimidad del presidente
Nicolás Maduro.
La MUD no logró disputar hegemonía
electoral, ni menos cuestionar la legitimidad del gobierno, pues le
había dado un carácter de plebiscito a este evento que perdió
claramente.
Poco después de esa elección el
presidente Maduro convocó dos veces a todos los alcaldes de la oposición
a un diálogo en el palacio presidencial. Incluso el líder de la
derecha, Henrique Capriles, gobernador del Estado de Miranda, acudió al
segundo encuentro, ocasión en la que él y Maduro se dieron la mano, foto
que recorrió el mundo entero. Ese apretón de manos simbolizó un mutuo
reconocimiento, poniendo así fin a la estrategia de cuestionar la
legitimidad del presidente, estrategia que el mismo Capriles había
impulsado y comandado durante el 2013.
Queda en ese momento abierta la
posibilidad de entrar en una nueva e inédita etapa de diálogo
oposición-oficialismo. De hecho, la mayoría de los alcaldes y
gobernadores de oposición habían entrado en el diálogo, participando,
por ejemplo, en la “Misión a toda Vida Venezuela” (de seguridad
ciudadana), o coordinando actividades con el Ministerio de Interior,
incorporándose a los cuadrantes llamados Plan Patria Segura. Todo ese
esfuerzo mutuo de diálogo y acercamiento provocó tensiones con la ultra
derecha de la MUD que no está dispuesta al diálogo, ni a aceptar que el
pueblo venezolano vote mayoritariamente, una y otra vez, a favor de un
gobierno que cuestiona el modelo capitalista.
Se trata de una situación similar a la
que enfrentó en Chile el Partido Demócrata Cristiano durante el gobierno
de Salvador Allende. En su interior las posturas a favor del diálogo
con el presidente Allende (lideradas por Tomic y Leigthon) chocaron con
aquellas que abiertamente apoyaban la salida golpista (encabezados por
Aylwin y Frei).
En ese sentido, lo que vemos hoy es, en
gran medida, la manifestación de un problema interno de la derecha
venezolana cuya ala más extremista, con el claro apoyo de Estados Unidos
y las grandes cadenas mediáticas, intenta hacer fracasar cualquier
intento de construir una nueva relación entre oposición y oficialismo.
Porque en un año como éste que es un año–cosa rara- sin elecciones, el
escenario para esa nueva relación era el más auspicioso.
Por Pedro Santander
Director del Observatorio de Comunicación
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
Chile
Fuente El Ciudadano