El nuevo cine chileno
La década del 60 estuvo marcada por la aparición en escena, en Latinoamérica
y gran parte del globo, de organizaciones revolucionarias y movimientos
de liberación nacional que luchaban por extirpar el yugo imperialista y
construir el socialismo. En aquel contexto histórico, el cineasta
chileno Aldo Francia impulsa en el año 1967 el Primer Festival de Cine Latinoamericano en la ciudad de Viña del Mar.
Este encuentro de cineastas latinoamericanos sería el primer
antecedente de lo que años más tarde se conocería como “el nuevo cine
chileno”, eco del “nuevo cine latinoamericano”.
El año 1969 se recuerda como uno de los años más importantes para la cinematografía criolla. Se estrenaron las películas Valparaíso mi Amor de Aldo Francia, El Chacal de Nahueltoro de Miguel Littin y Caliche Sangriento de Helvio Soto.
Esos films fueron presentados ese mismo año en el Segundo Festival de
Cine Latinoamericano de Viña del Mar, donde “el nuevo cine chileno” se
consagraría definitivamente.
A pesar de las importantes cintas con contenido social que se filmaron en el gobierno del democratacristiano Eduardo Frei Montalva, sería en los mil días del gobierno de la Unidad Popular, donde “el nuevo cine chileno” tendría su máximo esplendor.
El 4 de septiembre de 1970, el pueblo de Chile elige por primera vez en la historia un presidente socialista a través de las urnas. Ese presidente fue Salvador Allende, quien proclamaba la vía pacífica al socialismo y con ello impulsó un proyecto de desarrollo político-cultural de izquierda.
Este proyecto tuvo una gran convocatoria
en los principales cineastas nacionales, los cuales militaron
activamente en el proceso de los mil días de la Unidad Popular y
pusieron sus oficios al servicio de “la revolución con empanadas y vino
tinto”.
Afloraron los cineastas revolucionarios al
servicio de su pueblo y los cambios radicales. Como muy bien diría el
director Aldo Francia en 1973, “el cineasta revolucionario es el que
lucha para acelerar el proceso de cambios y ayudar al avance social”
(1).
En la búsqueda de esos cineastas
revolucionarios, intentaré comentar sus películas y documentales
realizados en el tiempo del gobierno popular de Salvador Allende. Los
máximos expositores de ese Cine + Revolución en Chile, fueron los
directores Miguel Littin, Helvio Soto, Aldo Francia, Patricio Guzmán y Raúl Ruiz.
MIGUEL LITTIN: COMPAÑERO PRESIDENTE Y LA TIERRA PROMETIDA
Uno de los documentales más importantes filmados en la Unidad Popular, fue “Compañero Presidente”
del año 1971, dirigido por un aún veinteañero Miguel Littin. Este joven
cineasta ya había sorprendido con su cinta “El Chacal de Nahueltoro” en
el año 1969, donde graficaba muy bien la problemática social que
existía en el campesinado y las injusticias a las cuales se les sometía.
“Compañero Presidente” es la suma de varias conversaciones de Régis Debray con el Presidente Salvador Allende, mezcladas en algunos pasajes con fotos, material audiovisual y algo de música.
Existe un apasionante diálogo, entre un
revolucionario radical como Debray y un asumido reformista como Allende.
Al iniciar el documental, Debray califica a Allende como un
“socialdemócrata fuera de sí, valiente y consecuente”. Nunca se pierde
la tensión, marcada por un gran respeto entre ambos, radicada en las
visiones distintas que tienen sobre los procesos de transformación. Lo
anterior se produce ya que Debray, en gran parte de la entrevista,
pierde su calidad de periodista y asume un rol de polemista en el
documental.
Muchas son las temáticas de gran valor
histórico abordadas, resaltando la revolución cubana, la cuestión del
poder, la independencia económica, el imperialismo norteamericano, la
fuerza motriz, la lucha de clases y sus enfrentamientos inevitables.
Este documental de Littin, grafica muy
bien la dicotomía entre reforma y revolución existente en el proceso de
la Unidad Popular. El diálogo de sus protagonistas se inunda de las
contradicciones naturales que todo proceso pre-revolucionario tiene, y
sobre todo los que cruzaron los mil días de gobierno del Presidente
Allende.
Littin en su calidad de cineasta, pero también como militante comprometido con el proceso de la Unidad Popular, se hace cargo de Chile Films, empresa estatal responsable de impulsar el cine nacional. Desde ahí comienza a filmar la que sería su obra más importante: “La Tierra Prometida”.
Esta película sería estrenada el 19 de septiembre de 1973; pero el
golpe fascista truncó esa posibilidad, dando a luz al público chileno
recién en octubre de 1991.
En “La Tierra Prometida”
está la esencia del manifiesto de cineastas difundido en el año 1971.
Este manifiesto convocaba a los cineastas “a retornar la huella perdida
de las grandes luchas populares, aquella tergiversada por la historia
oficial, y devolverla al pueblo como su herencia legítima y necesaria
para enfrentar el presente y proyectar el futuro” (2).
Littin nos muestra cómo en el Chile
campesino de comienzo de los años 30, los pobres del campo peregrinaban
de pueblo en pueblo buscando una oportunidad. Sus paupérrimas
condiciones sociales los fueron llevando a la necesidad de encontrar su
tierra prometida, que el terrateniente les había negado durante décadas.
La película, está situada dentro del contexto político que se conoció
como la República Socialista del año 1932.
Que la película esté narrada a ratos por
uno de sus protagonistas y con 40 años de diferencia –en plena Unidad
Popular-, proyecta muy bien cómo el triunfo de Salvador Allende fue la
acumulación de décadas de experiencias adquiridas al calor de la lucha
popular.
HELVIO SOTO: VOTO MÁS FUSIL Y METAMORFOSIS DEL JEFE DE LA POLICÍA POLÍTICA
Helvio Soto fue otro de los cineastas que
se puso al servicio de la causa. Ya cargaba con varios films en sus
hombros, pero en el año 1969 estrena “El Caliche Sangriento”. Esta
película entrega una mirada crítica de la Guerra del Pacífico,
causada por los intereses imperialistas ingleses con el llamado oro
blanco “salitre”. Su estreno fue censurado durante un par de días por
las autoridades de la época, considerando que atentaba contra la imagen
de las fuerzas militares.
“Voto más Fusil”
es otro de los grandes trabajos cinematográficos de la Unidad Popular.
Helvio Soto, con su particular estilo, nos sitúa en tres momentos
importantes de la lucha del pueblo chileno.
Esta película fue estrenada en 1971, cuando su director tenía una importante responsabilidad en el canal estatal.
En una mezcla de ficción y realidad, Soto
nos ubica en las vísperas de las elecciones del 4 de septiembre de 1970 y
los 60 días siguientes, hasta que el Congreso ratifica
el triunfo de Salvador Allende. Es en este contexto histórico que un
cuarentón pequeño burgués y alejado de la militancia de izquierda,
recuerda dos momentos claves de su historia personal y política del
país. El primero, es en 1937 cuando tiene siete años y era parte de la
brigada Lennin, en pleno proceso de construcción del Frente Popular;
y el segundo es en los años 1947-48, donde era un joven estudiante de
leyes y militante comunista en plena dictación de la ‘ley maldita’,
donde el Presidente González Videla declara ilegal al Partido Comunista de Chile.
El 4 de septiembre triunfa la Unidad
Popular con Salvador Allende, y de inmediato la derecha reacciona
comenzando una política de desestabilización económica y realizando
atentados terroristas, con el objeto de que el Parlamento no ratificara
el triunfo socialista. El atentado más importante, y que contempla la
película, es el asesinato del Comandante en Jefe del Ejército, el general René Schneider el 25 de octubre de 1970.
El film está marcado por la dicotomía más
importante que se vivía en el seno de la izquierda en esa época, reforma
o revolución. Aunque la película finaliza con el triunfo del voto, en
su último pasaje la cinta deja claro la importancia del fusil para
defender el proceso, acuñando las siguientes palabras “después tendrás
que empujar, por todos lados y con el ojo puesto en el fusil, por si
llega el día”.
Otra de las películas que fue víctima del golpe de Estado del 73, fue “Metamorfosis del Jefe de la Policía Política”, la cual tuvo que ser terminada en Europa. Soto no recibe buenas críticas por sus films en el exterior, ya que develaba las problemáticas en el seno de la izquierda.
ALDO FRANCIA: YA NO BASTA CON REZAR
No hay duda que Aldo Francia es uno de los
cineastas más comprometidos con los vientos de transformación social en
el gobierno de Allende. Sus películas más importantes, Valparaíso mi amor y Ya no basta con rezar, están ambientadas en su puerto natal.
Este médico pediatra de profesión, que
asumió la dirección cinematográfica de forma autodidacta, es sin duda el
impulsor más importante del “nuevo cine chileno”. Sus iniciativas en la
organización de encuentro de cineastas chilenos y latinoamericanos en
la década del 60, fue fundamental para pavimentar las nuevas rutas del
cine nacional.
Valparaíso mi Amor, estrenada en
el año 1969, cuenta la historia de cuatro niños abandonados a su suerte,
luego que su padre fuera condenado a cinco años y un día de cárcel por
el crimen de abigeato. Esta historia, se sitúa en el Valparaíso
de 1966, donde la pobreza refleja su peor rostro. En “blanco y negro”,
Aldo Francia nos muestra la cruel realidad de un Chile que nadie quiere
ver. Un Chile sin oportunidades y donde la “justicia” se aplica con
mayor rigor y discriminación, siempre con los más pobres.
Aunque Valparaíso mi Amor fue
rodada y estrenada en las vísperas de la Unidad Popular, me detengo en
ella porque ilustra el más profundo abandono de nuestra niñez. Esa niñez
popular, invisible en la historia de Chile.
En enero de 1972 se estrena su última película, llamada “Ya no basta con rezar”. Su fe católica y cercanía con el mundo cristiano, lo llevaron a graficar el debate al interior de la Iglesia, en la cual algunos curas al alero de la Teología de la Liberación, decidieron seguir el ejemplo del cura guerrillero Camilo Torres, quien convocaba a “entregarse a la revolución por amor al prójimo”.
El sacerdote Jaime
–protagonista del film–, se encuentra en la compleja contradicción entre
su pacifismo que obedece a su lealtad a la Iglesia y las luchas del
mundo de los trabajadores que se alzan contra la mezquindad de los
ricos. Con el pasar de los minutos, el cura Jaime va asumiendo de a poco
la trinchera en la cual debe estar, decidiendo definitivamente luchar
codo a codo con la clase obrera.
La película transcurre en el Valparaíso de
1967, donde un grupo de trabajadores inicia un proceso de huelga para
mejorar sus condiciones salariales. Bajo las injusticias de la patronal y
el espíritu combativo que demuestran las y los trabajadores en ese
proceso de huelga, el cura Jaime asume su conciencia revolucionaria, no
abandonando su traje clerical. Esta historia es un reflejo de los miles
de curas y cristianos que se sumaron a los procesos de liberación
nacional en América Latina.
“Ya no basta con rezar” es una de las
películas más interesantes que nos dejó los mil días de la Unidad
Popular. La canción principal de la película, interpretada por Osvaldo “Gitano” Rodríguez,
nos dice que “Ya no basta con rezar… es en la lucha, en la acción,
donde se prueba el cristiano, luchando por sus hermanos, avanza en su
religión”.
Con la llegada del golpe de Estado, Aldo Francia decidió no volver a filmar nunca más.
PATRICIO GUZMÁN: EL PRIMER AÑO Y LA BATALLA DE CHILE
A mediados del año 1972, se estrena el documental “El Primer Año”
de Patricio Guzmán, el cual recorre en 100 minutos los primeros doce
meses del gobierno de Salvador Allende. Este trabajo de Guzmán, fue un
ensayo de lo que sería su obra más importante: “La Batalla de Chile”, la cual está catalogada como uno de los mejores documentales políticos de la historia.
Con cámara al hombro y micrófono en mano, Jorge Müller
y Patricio Guzmán salen a las polarizadas calles santiaguinas, en busca
de filmar a los protagonistas de los mil días del gobierno de Salvador
Allende, que fueron el pueblo movilizado y una oposición reaccionaria.
La Batalla de Chile está dividida en tres partes: La Insurrección de la Burguesía, El Golpe de Estado y El Poder Popular.
La primera parte del documental, “la
insurrección de la burguesía” nos muestra la efervescencia en el
preámbulo de las elecciones parlamentarias de marzo de 1973. La derecha
unida estaba confiada en lograr un gran triunfo electoral, que le diera
los 2/3 necesarios para acusar constitucionalmente al presidente
Allende. Al final, la lista parlamentaria de la UP
aumentó significativamente sus parlamentarios, obteniendo un 43,4 % de
la votación. En ese momento, la derecha chilena hermanada con el
gobierno norteamericano, se da cuenta que por la vía electoral no se
podrá derrotar al gobierno de los pobres y trabajadores.
La segunda parte, “El Golpe de Estado”,
relata los últimos meses del gobierno de Salvador Allende hasta su
caída. El caos es la tónica de este último tiempo, donde las diferencias
entre los proyectos de izquierda se comienzan a agudizar. El gobierno
busca aliados en la vereda de al frente; pero no los consigue. El
bombardeo a La Moneda cierra un ciclo de la historia de Chile, donde nunca nada vuelve a ser igual.
La tercera parte, “El Poder Popular”
grafica muy bien el poder alternativo que se fue gestando al margen del
Gobierno. Un poder que tenía por objeto sobrepasar la legalidad burguesa
vigente y construir el socialismo desde las bases. Los cordones
industriales, los comandos comunales, los comités campesinos, etc., son
algunos de los embriones de poder que se visualizan en la última parte
del documental de Patricio Guzmán. Esta visión desde abajo, nos hace
comprender a cabalidad el proceso más importante que han vivido los
sectores populares en la historia de Chile.
Patricio Guzmán es el documentalista
chileno más reconocido en el mundo entero. Hasta el día de hoy, sigue
filmando con los mismos ojos que en ese tiempo. Aunque venía al Chile de
la Unidad Popular a grabar una película sobre “Manuel Rodríguez” –la
cual nunca se terminó–, nos dejó la ya comentada “Batalla de Chile”.
RAÚL RUIZ: PALOMITA BLANCA Y OTRAS
Raúl Ruiz debe ser el director que más
trabajos audiovisuales realizó en la larga primavera de la Unidad
Popular. Largometrajes como “Nadie dijo nada” (1971), “La Expropiación”
(1973), “El Realismo Socialista” (1973), “Palomita Blanca” (1973) y los
documentales “Ahora te vamos a llamar hermano” (1971), “Los minuteros”
(1972), “Poesía Popular, la Teoría y la Práctica” (1972), “Palomilla
Brava” (1973), “Nueva Canción Chilena” (1973), “Abastecimientos” (1973),
son parte de su incansable compromiso de filmar en aquellos tiempos.
Dentro de sus extensas obras, destaca su
primer largometraje llamado “Tres tristes tigres”, estrenado en el año
1968 y considerado por la crítica como una de las mejores películas del
cine nacional.
Su obra que más trascendió, y que solo pudo ser vista 20 años después, fue “Palomita Blanca”. Esta película basada en la novela de Enrique Lafourcade (1971), se estrenaría en los cines chilenos en octubre de 1973; pero el gris septiembre llegó con anticipación.
“Palomita Blanca” trata sobre la típica
relación prohibida entre un rico y una pobre; pero con el componente
especial que este romance se gesta en el polarizado contexto político de
la ciudad de Santiago, en plena Unidad Popular.
La relación de Ana, que vive en una población, y Juan Carlos,
un joven de los sectores altos, se mezclan con la política de ese
tiempo. Con esto, Raúl Ruiz nos muestra lo más íntimo de las
contradicciones personales que tuvo el proceso de la Unidad Popular.
Como queda demostrado en estas palabras,
el cine del compañero Allende se hacía cargo de las principales
problemáticas sociales de nuestro pueblo; como también profundizó en las
tensiones y contradicciones que afloraban al interior de la izquierda.
Fue un cine del pueblo, para el pueblo. Fue el cine que acompañó al
compañero Allende en sus sueños de un Chile libre, democrático,
igualitario y popular.
EL GOLPE Y LA CAÍDA DEL “NUEVO CINE CHILENO”
El 11 de septiembre de 1973, cambió
radicalmente la historia de Chile. Los militares, acompañados con el
empresariado nacional y el gobierno norteamericano, nos quitaron por la
fuerza los logros adquiridos por el pueblo en décadas de lucha por un
Chile mejor. Nos golpearon en todas las esferas de la construcción del
socialismo.
En materia cultural, la dictadura militar
empresarial inmediatamente comenzó con el desmantelamiento del proyecto
de desarrollo político-cultural de izquierda, eliminando el imaginario
construido en los mil días de la Unidad Popular. A esta política
dictatorial le denominaron “operación limpieza”, la cual tenía por un
lado el objetivo de “la supresión del imaginario de la Unidad Popular,
de los cortes de pelo y cambio de nombres a calles, villas y escuelas
hasta la eliminación de los murales de las brigadas Ramona Parra. Por otro, se recurría a la exoneración, exilio, tortura y muerte de artistas y agentes culturales” (3).
La gran familia del “nuevo cine chileno”, sufrió a cabalidad el doble filo de la “operación limpieza”.
Algunos films desaparecieron para siempre,
vistos por última vez en las manos de algún militar sediento por borrar
las imágenes que proyectaban vientos de revolución.
Los trabajos cinematográficos en curso,
abruptamente dejaron de rodar. La mayoría de ellos jamás llegaron al
final del camino, nunca alcanzando su estreno. Los menos, fueron
terminados en algún país solidario, muy lejos del Chile de Allende.
Durante 17 años –y más-, se dejaron de
exhibir las películas y documentales comprometidos con las
transformaciones necesarias. Su prohibición fue suplida con el Chile de
la resistencia, que se contaba en silencio y boca a boca.
El otro filo de la operación, fue todavía
más doloroso. Nadie se salvó de la exoneración y del exilio. Muchos
pasaron por los centros de detención y tortura. A otros, aún los
seguimos recordando a través de sus películas, ya que la dictadura no
fue capaz de devolvernos sus cuerpos.
En diciembre de 1973 se realizaría en
Santiago un nuevo encuentro de cine latinoamericano, con el cual se
esperaba fortalecer “el nuevo cine chileno”. Pero con los cineastas
presos, muertos o en el extranjero, muere lo que se conoció como “el
nuevo cine chileno” dando paso a un nuevo cine, el “cine del exilio”.
40 años han pasado desde el golpe de
Estado en Chile. Y una de las miles de tareas aún pendientes, es
recuperar el séptimo arte como una herramienta más de transformación
radical de la sociedad. Es necesario que las nuevas generaciones de
jóvenes cineastas, se comprometan con la historia, luchas y futuro de su
pueblo.
Estas palabras están dedicadas a la memoria de Jorge Müller Silva, camarógrafo de “La Batalla de Chile”, cineasta y militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), detenido desaparecido desde el 18 de diciembre de 1974.
Por Marco Álvarez
Santiago de Chile, septiembre de 2013
Fuente El Ciudadano
NOTAS
1) Aldo Francia, Revista Primer Plano, N°5, Verano de 1973.
2) El Manifiesto de los cineastas
3) Luis Hernán Errázuriz y Gonzalo Leiva
Quijada, El Golpe Estético. Dictadura militar en Chile 1973-1989,
Editorial Ocho Libros, Santiago, 2012, Pag. 14.