Por Carlos Aznárez
Director de "Resumen Latinoamericano"
Finalmente
la derecha oligárquica paraguaya ha conseguido su objetivo: el
presidente Lugo ha sido derrocado sin pena ni gloria. Sobre todo esto
último.
Este golpe palaciego, ejecutado en
tiempo récord, no es sólo el producto de una maniobra de los sectores
más retrógrados de la política local, firmemente anclados en las ideas
de la dictadura stronissta, que gobernó el país durante 35 años y alargó
su presencia en los gobiernos que le sucedieron, sino que aparece como
el resultado de una estrategia ofensiva que el imperialismo
norteamericano viene desarrollando en todo el continente.
¿Por
qué decimos esto? Si por un momento observamos el mapa latinoamericano,
y vemos las últimas iniciativas encaradas por el Comando Sur, al ir
instalando bases en cada uno de los países que consideran claves para
desarrollar sus tareas injerencistas, nos daremos cuenta que lo del
Paraguay es la consecuencia lógica de un nuevo operativo de ocupación
territorial. A los antiguos enclaves militares donde flamea la bandera
norteamericana y se confunden instructores gringos con tropas del país
que los acoge, se han ido sumando ahora la bases de "ayuda humanitaria"
que abren el camino -con abiertas complicidades locales- a la presencia
explícita o encubierta de los invasores.
A
esto se le suman los distintos reveses electorales a manos de la
derecha que vienen produciéndose en varios países en los dos últimos
años, como consecuencia de la reacción imperial frente al saludable
ejercicio para los pueblos de haber instalado durante más de una década,
por el voto directo, a gobiernos revolucionarios y progresistas. Pero
si hoy sacamos la cuenta de cuántas de esas experiencias quedan en pie,
nos sorprenderíamos. Ya gobierna la derecha en Chile, Paraguay, Panamá,
Guatemala, Costa Rica, Honduras, Colombia y México, mientras se
encuentran en un proceso de transición -por debilidad ideológica o por
simple traición a sus postulados originales- Perú y El Salvador, cuyos
mandatarios no dejan de halagar a Washington en detrimento de la alianza
antiimperialista forjada en los países del ALBA.
Es
en este marco entonces, que sobreviene el golpe en Paraguay. Pero aquí
hay otro elemento que no puede dejar de mencionarse. Y es el papel que
ha jugado el propio presidente Lugo. Por un lado, a la hora de gestar la
alianza que lo llevó al Gobierno, quedaba claro que ésta se manifestaba
en dos importantes sectores: por un lado el movimiento popular nutrido
especialmente del combativo campesinado paraguayo, ese mismo que
significó un dolor de cabeza para el dictador Stroessner y los
latifundistas del Partido Colorado. En el otro andarivel de la misma
coalición, estaba el centroderechista Partido Liberal Radical Auténtico
(PLRA). Un nucleamiento que en esencia sigue sosteniendo los postulados
ideológicos de su casa matriz, los colorados stronisstas. Ellos
precisamente colocaron en un sitio clave, la vicepresidencia, a Federico
Franco, el Judas que ahora se ha hecho con el poder como consecuencia
del golpe parlamentario, militar, judicial y eclesiástico.
Siempre
se sostuvo, desde las filas del luguismo que esa coalición electoral
era necesaria, porque si no resultaría imposible vencer a la oligarquía
del Partido Colorado, el problema es que una vez en el gobierno, las
concesiones se hicieron ostensiblemente inclinadas hacia ese sector. El
propio Lugo, que cuando era Obispo en San Pedro, se había juramentado a
conseguir la reforma agraria y otras reivindicaciones para "su pueblo
campesino ", fue dándole lentamente la espalda a estas demandas. Más
aún, no dudó en generar nuevos proyectos de ley para reprimir a quienes
le cuestionaban sus promesas incumplidas.
Antes
de llegar a la reciente masacre de Curuguaty, hubo numerosos y graves
hechos de violencia estatal contra el campesinado, que después de un
primer año de espera y frustración, se decidió a hacer lo que marca la
historia del Paraguay contemporáneo: ocupar tierras para sobrevivir en
un país donde el 20% de las familias agrarias de la oligarquía son
dueñas del 80% del territorio. Situación que se ha ido agravando por la
falta de respuesta estatal ante la invasión que producen desde Brasil
los pulpos sojeros (denominados "brasiguayos") que no dudaron en
expulsar a los campesinos paraguayos de las pocas hectáreas que les
pertenecían.
Para detener las demandas y
protestas campesinas, Lugo se vio presionado a aceptar las recetas del
Imperio, gestadas por la oligarquía colorada latifundista. Así fueron
aprobadas la ley antiterrorista y la militarización del norte paraguayo,
con la consiguiente detención arbitraria de cientos de campesinos, o la
criminalización permanente de aquellos dirigentes históricos que
exigían detener la represión. Para "capacitar" aún más a la policía
paraguaya, Lugo se abrazó con su colega Uribe Vélez, y comenzó un
trasiego de instructores del temible DAS colombiano, justamente en el
momento en que los países del ALBA demandaban al gobierno colombiano por
dar luz verde a nuevas bases norteamericanas en su territorio.
Lugo
fue eligiendo, por debilidad o por falta de voluntad política, ejercer
un mando muy condicionado. Si bien de fronteras para afuera parecía
comulgar con el pensamiento rebelde de los países que enfrentan a diario
al Imperio, en el quehacer local se enredaba constantemente en una
telaraña que lo fue alejando de quienes más lo apoyaron.
Lo
ocurrido en Curuguaty desbordó el vaso. La policía stronissta que Lugo
no supo o no pudo depurar, montó un operativo represivo -como otros
tantos, salvo que en éste se encontró con resistencia campesina- y el
resultado fue una masacre. Frente a esos graves hechos, Lugo se preocupó
más en calmar los reclamos del latifundista colorado Blas Riquelme y en
dar los pésames por los policías muertos, que en consolar a los
familiares de los once campesinos asesinados y en algunos casos,
previamente torturados. Más aún, en declaraciones pronunciadas en las
primeras horas, no dudó en criminalizar a quienes ocupaban tierras
-sabiendo que las mismas eran mal habidas- como resultado de demandas
históricas nunca tenidas en cuenta. De los hechos de Curugaytí quedaron
también numerosos detenidos, que también fueron torturados, y a los que
ahora se los acusa de homicidio.
Si
faltaba algo para demostrar que el ex presidente -el que legítimamente
había sido elegido por los sectores populares- ya no gobernaba, vinieron
las designaciones de un nuevo ministro del Interior y el jefe de
policía, ambos comprometidos con la corrupción y la represión generada
durante años por el partido Colorado.
Con
todos estos ingredientes, y la decisión de sus aliados del PLRA de
darle definitivamente la espalda, la caída de Lugo fue cuestión de
horas. A pesar de ello, demostrando una vez más la nobleza del sufrido
pueblo paraguayo, miles de campesinos cortaron rutas y se movilizaron
hacia Asunción, rechazando el juicio político a un Presidente en el que
ya no confiaban pero que preferían una y mil veces antes de que
retornaran los herederos de Stroessner. Ante esa patriada de urgencia,
Lugo vuelve a fallarle a su pueblo y literalmente se suicida. No resiste
ni llama a resistir. Acepta mansamente, al revés de lo que hizo su
colega Zelaya, la resolución de los golpistas, con la excusa baladí de
no violentar la justicia. Ni siquiera opta por jugar la carta posible,
de amotinarse, sabiendo que contaba no sólo con el respaldo del pueblo
en la calle sino que también lo favorecía la unánime solidaridad de los
gobiernos de la UNASUR.
Ahora que la
suerte ya está echada y que Paraguay se ha convertido en una nueva
Honduras, seguramente el campesinado y los trabajadores del Paraguay,
habrán de sufrir las peores consecuencias de lo que se ha gestado, pero
como lo han hecho a lo largo de décadas, están obligados a volcar toda
su imaginación en nuevas fórmulas de resistencia.
En
Paraguay, el imperialismo ha vuelto a probarse a sí mismo lo fácil que
le resulta derrocar un gobierno, y deja la advertencia de que no cejará
de intentarlo en otros países del continente. A la vez, estos hechos
ofrecen varias consecuencias que es indispensable tomar en cuenta:
1)
Las limitaciones de gobiernos que no se deciden a avanzar, de la mano de
sus pueblos, en el enfrentamiento contra el Imperio (como bien lo han
hecho Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, o como siempre ha
demostrado Cuba socialista). En ese sentido, de poco sirven los
coqueteos o licencias que se otorgan en el continente a las
trasnacionales, que actúan como quinta columna de los intereses del
capitalismo salvaje;
2) No es posible gobernar si no se depuran (o por
lo menos se lo intenta) las instituciones centrales que durante años han
respondido a la derecha oligárquica y pro-imperialista de cada país.
Justicia, Fuerzas Armadas, Iglesia, Medios de comunicación, terminan
siendo el acicate desde el cual se desestabilizan los procesos de cambio
en el continente. Las experiencias paraguaya y hondureña son el mejor
ejemplo de ello.
3) De nada sirve, en
la necesidad de llegar al poder, gestar alianzas contra natura. Tarde o
temprano, esa posibilidad golpea como un boomerang en la cabeza de
quienes la gestaron.
En Paraguay
empieza otra etapa, en la que la solidaridad latinoamericana -la popular
y también la diplomática- no debe ceder en la idea de apoyar las
demandas de los más humildes en su lucha por la tierra y contra el
latifundio, en exigir el cese de la represión y el paramilitarismo, en
reclamar la salida del país de los personeros imperialistas de la USAID y
el cierre de la base yanqui en Mariscal Estigarribia. También es de
suma urgencia en la actual coyuntura, conseguir, con la presión
internacional, la inmediata libertad de las y los presos políticos que
desde hace años se hacinan en las cárceles del país, entre ellos los
seis campesinos extraditados desde Argentina, a los que la injusticia
paraguaya quiere condenar a prisión de por vida. Para ellos, en lo
inmediato, se hace imprescindible solicitar que puedan ser visitados por
organismos de Derechos Humanos para comprobar su estado de salud,
porque no es para nada exagerado imaginarse que sobre sus cuerpos, se
descargue todo el odio de la oligarquía paraguaya ahora en el Gobierno.
Enviado por Resumen Latinoamericano