Las imágenes que
nos llegan de Chile son desoladoras y las cifras escalofriantes, más de 2 mil
viviendas calcinadas y más de 10 mil damnificados. Una tremenda y triste
tragedia, sin duda. Una lamentable y evitable tragedia.
Chile, el país más
neoliberal del mundo, se ha caracterizado por tener políticas habitacionales
mercantiles y excluyentes. De partida el derecho a la vivienda no está
garantizado, ni siquiera aparece mencionado en la Constitución de Pinochet, al
contrario, este queda (al igual que el resto de los derechos sociales) en manos
de Mercado, con el Estado relegado a un rol subsidiario cada vez mas ausente.
Las familias modestas que logran acceder a los subsidios estatales (muchas de
ellas gracias el esfuerzo de la lucha, con detenciones, tomas de instituciones
y barricadas de por medio) son ubicadas donde los suelos son más baratos, es
decir, en las periferias de las ciudades o en lugares de mayor riesgo donde las
grandes constructoras e inmobiliarias no ven un negocio. Otros muchos chilenos simplemente
no pueden acceder a subsidios y deben vivir de allegados en las viviendas de
algún familiar o cercano (viviendo una familia completa en una pieza o
construyendo cuartos en el patio), generándose graves condiciones de
hacinamiento, riesgos sanitarios y alta de privacidad. Mientras que otros simplemente
se ven forzados a ocupar terrenos ilegalmente construyendo viviendas con los materiales
ligeros a su alcance, en condiciones completamente adversas y riesgosas. El tener
una vivienda y un terreno propio tampoco asegura que se esté a salvo: su
ubicación está siempre en aquellas zonas en donde el neoliberalismo no ve
posibilidades de lucro.
Esta cara del
Chile popular, del Chile marginado por el neoliberalismo, es la que sale a luz
con cada catástrofe. ¿O es que acaso es una casualidad que sean los campesinos
pobres chilenos y mapuche los que se vean más afectados por las erupciones
volcánicas? ¿O es cosa del azar que las familias de sectores populares sean las
más afectadas en cada terremoto? No es que las clases altas tengan una
protección celestial que las hace intocables por las catástrofes naturales, pero
el poder del dinero las hace infinitamente menos vulnerables. Familias
hacinadas, viviendas de material ligero, edificaciones en zonas de riesgo,
falta de interés por parte de las autoridades, es gasolina neoliberal que
expande cualquier incendio.
Las autoridades
de los distintos conglomerados políticos han usufructuado de la imagen e Valparaíso
como Patrimonio de la Humanidad, pero poco han hecho por mejorar las
condiciones de vida de ese pueblo empobrecido que habita en los cerros. Son 42
cerros, pero las postales están reservadas solo para algunos y para la zona
costera.
Este no es el primer incendio en la
ciudad, si el más grande de todos, pero no el único. Existían antecedentes e
incendios y aluviones que demostraban el peligro en el que se encuentran miles
de familias, en una ciudad que ha dejado a los sectores populares sin lamas mínima
planificación urbana (no hay acceso ara los carros de Bomberos, no hay grifos ni
vías de escape), pero aun si no se hizo nada y, es más, la reacción de las
autoridades fue tremendamente tardía. Tal vez si se estuviesen quemando los
sitios turísticos, los miradores, La Sebastiana, el muelle Barón, los bares,
pubs y cafés, el muelle Prat y el Congreso Nacional, las autoridades hubiese
actuado con premura, pero no fue el caso.
Al igual que en el
terremoto del 2010 y en el terremoto en el Norte este año, ha sido el propio
pueblo y las organizaciones sociales los que han reaccionado primero ante la
ineficiencia de las autoridades. Esas mismas que aprovecharan la tragedia para
fomentar la “unidad nacional” y así desviar la situación de conflictividad
latente que se vive en el país., también, si tiene oportunidad, aprovecharan de
hacer uno que otro negocio, ya que para el neoliberalismo las situaciones de
shock siempre representan una oportunidad, como en el 2010 cuando se expulsó a
los pobladores del borde costero para privatizarlo entregándolo en manos de las
grandes constructoras e inmobiliarias.
Como chilenos, desde
la Republica Bolivariana de Venezuela, nos solidaríamos con nuestros hermanos
en estos difíciles momentos creemos que la mejor forma de evitar que estas
tragedias vuelvan a golpear a nuestro pueblo es atacando sus causas, las extremas
desigualdades sociales provocadas por el neoliberalismo criminal que reina en
Chile.
Resistencia Antiimperialista