Lorena Cabnal se define como feminista comunitaria y
representa a las mujeres maya-xinka. Creó la Asociación de Mujeres
Indígenas de Santa María Xalapán, Jalapa y relata la resistencias de su
pueblo contra las multinacionales mineras y contra la violencia sexual.
Lorena Cabnal se autoidentifica como mujer
maya-xinka, feminista comunitaria. En su cuerpo y en su sentir se cruzan
distintas opresiones, a la vez que nacen rebeldías diversas. Fundadora
de la Asociación de Mujeres Indígenas de Santa María Xalapán, Jalapa
(AMISMAXAJ), no elude la crítica cruda tanto del capitalismo y el
colonialismo que somete a su pueblo, como del patriarcado que sigue
arraigado en las comunidades.
Las mujeres organizadas son un pilar fundamental en la resistencia que el pueblo xinka ha
levantado frente a la invasión por parte de las empresas mineras de
unos territorios que han mantenido su autonomía desde hace siglos. En el
seno de este movimiento -no siempre aceptado y comprendido por las
autoridades tradicionales- no sólo se denuncia el despojo que implica
para los pueblos el modelo de la globalización, sino que también se
viene construyendo, desde la teoría y desde la práctica, un nuevo
imaginario político y de lucha que se centra en el cuerpo de las mujeres
como primer territorio a defender, pero también como el nudo que da
coherencia a los procesos comunitarios.
¿Cómo definirías el momento actual para los pueblos indígenas?
Estamos en un momento histórico fundamental porque los pueblos
indígenas estamos planteando alternativas frente a la crisis
civilizatoria mundial, buscando formas de resistencia contra los
efectos del capitalismo en su forma neoliberal: contra el colonialismo,
el patriarcado y la globalización. Ahora otros pueblos en el
mundo están mirando nuestras propuestas, como una forma de vida
diferente que da pie a retomar el paradigma originario del Buen Vivir.
Creo que son procesos profundos de consciencia plena, de recordar
cómo los pueblos en algún momento han tenido la posibilidad de
armonizarse para la vida.
“En el movimiento indígena por ejemplo, no podemos negar la
existencia del patriarcado y por lo tanto del machismo indígena”Hay
otros pueblos que hoy se plantean la decadencia: el consumismo y la
alienación los ha llevado a darse cuenta de que han tenido una
prolongada irresponsabilidad en el uso de los elementos de la
naturaleza. Y el planeta nos está pasado la factura con el calentamiento global.
Hoy por hoy, la propuesta de los pueblos originarios y en especial de
mujeres indígenas en el mundo están generando y revitalizando la
propuesta, el movimiento, la acción y la vida. Cada vez se nos hace más
necesario escribir nuestras experiencias para aportar a la construcción
global de la propuesta y de acción.
¿Cuáles son entonces los retos en esta coyuntura?
Procesos tan importantes e históricos como el proceso de cambio en
Bolivia nos hacen ver que hay posibilidades de articularse, para buscar
el camino a la emancipación desde otras vías. Pero nos queda el reto de reconocer el horizonte de utopía,
porque si nos quedamos pensando solo en que los procesos de elección
popular nos dan la posibilidad de poner candidatos para llegar al poder y
nos quedamos ahí, topamos con un nudo. Si el proceso de cambio no se
reconoce como importante, pero transitorio para llegar a algo más, nos
bloqueamos. Si la plurinacionalidad se institucionaliza y desde ahí se
construye todo, vamos a tener patas cojas.
Otro reto imprescindible es la autocrítica que es necesario realizar
para lograr visibilizar dentro de los movimientos indígenas y de los
movimientos sociales del mundo que tenemos que resolver graves
problemáticas internas. Estoy hablando de formas muy propias de
manifestaciones patriarcales. En el movimiento indígena por ejemplo, no
podemos negar la existencia del patriarcado y por lo tanto del machismo
indígena, que no tiene nada que ver con el colonialismo occidental. Creo
que no podemos hacer una lucha parcial, no es posible despatriarcalizarnos sin eliminar fundamentalismos étnicos y esencialismosque subyugan a las mujeres indígenas. Y sólo la institucionalidad no nos va a resolver la despatriarcalización.
¿Puedes ayudarnos a comprender la visión del territorio desde tu visión como mujer maya-xinka, feminista comunitaria?
No es lo mismo cuando dentro de un imaginario ciudadano se habla de
territorio (la unión entre el espacio geográfico, las leyes y la
población), que cuando lo definimos desde la cosmovisión indígena. Por
ello hemos decidido volver a nombrar qué es para nosotras territorio,
desde nuestro pensamiento.
Para nosotras territorio es un espacio para ser y para estar.
Antes y ahora, en los tiempos y en relación con el cosmos. Todo esta
tan integrado que está planteado desde el lugar desde donde construyes
significados, desde el espacio en el construyes con las otras y con los
otros, donde recreas relaciones y también conectas con el espacio, con
el cosmos.
“Nos negamos a hablar de armonización con la Madre Tierra si no
existe una relación armónica entre las mujeres y los hombres”Tiene que
ver con lo material, pero también con lo inmaterial. Transciende de lo
concreto: incluye la subjetividad, las afectividades, los vínculos con
la tierra. Es algo integral.
¿Y cuando hablan del concepto de territorio-cuerpo?
Esa es otra de las cosas que aportamos como feminista comunitarias,
un concepto que construimos en 2008. Lo que para nosotras comenzó como
una consigna política se ha convertido en una categoría dentro del
feminismo comunitario que tiene que ver con la defensa y recuperación
del territorio cuerpo-tierra.
En 2008 se levanta toda la lucha contra la minería en la montaña [de
Xalapán, territorio del pueblo xinka] y vimos que dentro del movimiento
indígena nacional se plantea la defensa del territorio-tierra como algo
integral. Después nos empezamos a dar cuenta de que con esta defensa del
territorio-tierra pareciera que empieza a ensombrecerse la lucha histórica que mujeres y feministas hemos hecho para erradicar la violencia contra la mujeres. Entonces
ahí nosotras nos planteamos dónde quedaba nuestro territorio-cuerpo
dentro de esta integralidad cosmogónica de la que hablábamos.
Necesitábamos enunciarla.
La defensa del territorio–tierra para que esté libre de minería está
muy generalizada pero dentro de éste viven los cuerpos de mujeres que
están viviendo opresiones y violencias. De ahí nace el planteamiento de
recuperación y defensa del primer territorio que es el
territorio-cuerpo. Nos negamos a hablar de armonización con la Madre
Tierra si no existe una relación armónica entre las mujeres y los
hombres. Planteamos que defender un territorio-tierra ancestral contra las 31 licencias de exploración y explotación de minería que
están planteadas sin defender los cuerpos de las mujeres que están
viviendo la violencia sexual, es una incoherencia cósmica y política.
Todas estas luchas va inevitablemente unidas a la liberación de las personas pero también tienen un componente importante de sufrimiento. ¿Por qué que la haces, que quieres conseguir, que sueñas?
El Nuevo B’aktu’n es la entrada en una nueva era y necesitamos
construir un nuevo horizonte de utopía, porque este modelo ya caducó.
El orden simbólico establecido no funciona.
Por ello reivindicamos las maneras plurales y creativas de aportar a esta construcción.
Reivindicamos la alegría sin perder la indignación, la
sanación como apuesta política, romper la lógica dicotómica de vernos
en competencia política, la posibilidad de construir un mundo nuevo en
el que valga la pena vivir y juntarnos con gente de otros lugares que
también están viviendo los efectos de este modelo neoliberal de
desarrollo, para crear un mundo donde sea posible seguir apostándole a
la vida.
Por Tamara de Gracia y Diego Jiménez
*Tamara de Gracia participa en la ONGD vasca Mugarik Gabe y Diego Jiménez, en la Coordinación por los Derechos de los Pueblos Indígenas (CODPI)
Fuente El Ciudadano